domingo, 22 de noviembre de 2020

Cromeleques, menhires y dólmenes del Alentejo portugués

(Más megalitos en PortugalCerdeña y Antequera)


Desde siempre me han fascinado las piedras. Son firmes, duras pero maleables, seguras, confiables, y llevan en la Tierra eones de tiempo; con ellas se han levantado templos, teatros, puertos y catedrales. Estoy familiarizada con ellas. Estudié Bachillerato en el instituto José María Fernández, justo en frente del dolmen de Menga, hoy convertido en Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, al lado del dolmen de Viera y a unos cientos de metros del tholos del Romeral. Los tres enclaves arqueológicos están en Antequera. 

Siempre que viajo, busco en el mapa posibles rutas megalíticas, y este verano por Portugal no fue una excepción. La región del Alentejo es famosa no solo por su gastronomía, sus vinos, sus castillos o sus playas salvajes paraíso de surfistas, también por sus restos megalíticos. Ya conocía el majestuoso cromeleque de los Almendros, cerca de Évora, pero no por ello me gustaron menos los conjuntos que visité en Reguengos de Monsaraz.

Cromeleque de Xerez (Reguengos de Monsaraz, Portugal).

El cromeleque de Xerez está bien señalizado en la carretera y es muy accesible. Es curiosa su disposición semicuadrada: en el centro se alza el menhir, como es habitual, rodeado de pequeños monolitos. Data de en torno al 4.000-3.000 a.C. y se compone de 50 menhires graníticos de entre 1,20 y 1,50 metros, algunos de configuración fálica, otros de forma almendrada. Casi todos están fracturados. El menhir central mide 4,5 metros de alto y pesa siete toneladas. 



El cromeleque tuvo que ser reconstruido, ya que los monolitos estaban dispersos debido a trabajos agrícolas. Y fue trasladado hace unos años a su emplazamiento actual, cuando se construyó la presa de Alqueva y se anegaron cientos de hectáreas de terreno.  

Menhir de Bulboa (Alentejo, Portugal).

Cerca de allí, también en el término de Monsaraz, se halla el menhir de Bulboa, situado justo al lado de la carretera Telheiro-Outeiro. Es más solitario que su vecino de Xerez y está clasificado como monumento nacional desde 1970. Mide 1,15 metros de alto y 0,65 de diámetro y presenta intrigantes grabados de líneas y círculos. 

Otros dos monumentos de piedra en esa zona son las dos antas de Olivas de Pega, separadas entre sí por unos 300 metros y próximas a la carretera, pero hay que ir con cuidado porque es fácil pasarlas de largo pues no están bien señalizadas.

Anta (dolmen) de Olivas de Pega (Alentejo, Portugal).

El dolmen número 1, que es el que yo vi, es un monumento funerario de cámara simple, recientemente restaurado con vigas metálicas en su interior para sujetar la losa horizontal. Fue utilizado desde el neolítico tardío hasta el calcolítico.

Más de cien personas fueron enterradas en cada tumba, según las investigaciones arqueológicas, que consideran que ambas formaban parte del mismo complejo megalítico.

Quienes estén pensando en viajar a Portugal, cuando sea que se pueda, no pueden dejar de visitar los sitios megalíticos próximos a la ciudad de Évora, un paisaje árido que recuerda a los alineamientos de Carnac (Bretaña francesa) y cuyas piedras llevan en pie más de 5.000 años, lo que significa que los hombres y mujeres del Neolítico que habitaban Évora eran casi tan adelantados como quienes construyeron Stonehenge, en Inglaterra, que es considerado como la catedral del megalitismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario