sábado, 23 de noviembre de 2019

Ocho pintoras imprescindibles para abrir los sentidos al arte (I)

(Más sobre pintoras aquí y también aquí)

Soplan vientos reivindicativos de las mujeres artistas y nos toca a las actuales poner en valor a quienes la historia ha ido sepultando bajo capas de somnífero conservadurismo y rancio machismo. Ahora que por fin el Museo del Prado ha decidido dedicar una exposición a dos pintoras renacentistas imprescindibles, me animo a confeccionar mi lista de ocho artistas fundamentales para abrir los sentidos al arte.

1.-Sofonisba Anguissola (1535-1625)
Es junto a Lavinia Fontana la protagonista de una de las exhibiciones preparadas con motivo del Bicentenario del Museo del Prado, donde los visitantes podemos admirar más de 60 obras procedentes de una veintena de colecciones europeas y americanas. Sofonisba es pionera de la pintura, logró el reconocimiento de sus contemporáneos y rompió estereotipos femeninos. Su especialidad era el retrato y de hecho, antes de llegar a la Corte española ya había retratado a personajes ilustres de su tiempo, con un estilo reconocible ya que los colocaba normalmente sentados ante un escritorio, como sorprendidos en su actividad intelectual.



Una vez instalada en la corte de Felipe II, ejerció como profesora de dibujo y pintura de la reina Isabel de Valois. También retrató a casi todos los miembros de la familia real, pero ninguna de esas obras está firmada por ella, así que, aunque brilló en la corte española, su papel como dama de la reina la eclipsó como pintora. El estilo de Sofonisba es minucioso en los detalles y muy descriptivo, con una atmósfera envolvente que suaviza los contornos de las figuras.

2.-Lavinia Fontana (1552-1614)
Era hija de Próspero Fontana (1512-1579), pintor de prestigio en Bolonia, con quien se formó y colaboró. Fue la primera mujer en abrir un taller propio y desarrolló una notable actividad que se extendería a Florencia y a Roma, donde se trasladó en la etapa final de su vida. Fue también la primera artista que realizó composiciones mitológicas, donde además de desarrollar su capacidad de invención, tuvo que adentrarse en la representación del desnudo, un terreno vetado a las mujeres. Su imaginación era notable, como demuestra la disposición de los desnudos, en los que incorpora detalles que van más allá del relato mitológico al uso, estimulando la sensualidad de las anatomías.


'Venus y Cupido', de Lavinia Fontana.
Con todo, los retratos fueron la principal ocupación de Lavinia: en ellos supo reflejar las pretensiones de mundanidad y sofisticación de las damas de la época, con gran acierto en la opulencia de la indumentaria, las joyas, los encajes y hasta los perritos falderos. 

3.-Artemisia Gentileschi (1593-1654 )
Se inició en la pintura con su padre (amigo de Caravaggio) desde su primera infancia, así que no sorprende que firmara su primera obra a los 17 años. Y no cualquier obra, sino una Susana y los viejos donde plasma todo el horror del acoso a la mujer que subyace en la historia bíblica, y que ella refleja de manera cruda, sin contemplaciones.



Artemisia sufrió una agresión sexual por parte de un colaborador de su padre, pero siempre rechazó el papel de víctima, lo que trasladó a sus lienzos, donde destacan mujeres fuertes, heroínas. Según Roberto Longhi, crítico de arte italiano de principios del siglo XX, "Artemisia fue la única mujer en Italia que sabía lo que era pintar".

Figura entre las más grandes retratistas del siglo XVIII y en sus autorretratos se descubre bastante de su personalidad: una mujer simple de estilo bohemio y ajena a los corsés de la moda que condujo de forma brillante su carrera en una época en la que las mujeres eran casi inexistentes en el mundo de la creación. 



Se diría que impregnaba sus pinceles en una fuente de permanente idealización y así confería a sus modelos femeninos una gracia y elegancia particulares. En cambio, cuando retrataba hombres, el resultado no era el mismo, como si no le costara hacer bellas a las mujeres, pero le supusiera un mayor esfuerzo lograr lo mismo con los hombres.

5.-Séraphine Louis (1884-1934)
Nos plantamos a caballo entre los siglos XIX y XX con una de mis pintoras favorita de todos los tiempos: la muy desconocida naïf francesa Séraphine Louis, una mujer casi analfabeta, artista vocacional, que murió pobre y loca. Alguien que pintaba árboles de carne y hueso, con ojos, inmensos ojos que se abrían en la espesura, vigilantes, comunicando un desasosiego instantáneo. Una mujer que empezó a pintar porque su Ángel de la Guarda se lo ordenó, y que fue descubierta por el marchante alemán Wilhelm Uhde (1874-1947), quien la empleaba como sirvienta en Senlis y quien la ayudó con dinero y la alentó a refinar su estilo (sin conseguirlo).

Uhde fue testigo del avance de la demencia (en forma de visiones y alucinaciones), que llevaría a Séraphine al asilo donde moriría de un terrible cáncer de mama nunca tratado. Uhde dejó escrito cómo los primeros cuadros de Séraphine irradiaban, repletos de frutas y hojas. Y también consignó cómo esas obras fueron dando paso a unas pinturas donde brotaban tentáculos de las granadas y limones, con plantas amenazadoras.


'Árbol de la vida' (Séraphine Louis).
La primera exposición consagrada a Séraphine Louis tuvo lugar en 1945, en París, a instancias de Uhde, que exhibió decenas de sus obras. Ya para entonces, de los 200 cuadros que ella creó, tan sólo quedaban 70 pinturas, que hoy están repartidas entre los museos de Senlis, Maillot y Pompidou. Ella nunca vio ni supo, acaso ni imaginó, el éxito que alcanzaría. Y seguro que atribuiría al  Ángel de la Guarda el que 85 años después de muerta, gente de medio mundo, que jamás se ha visto, escriba sobre su vida extraña y su obra enigmática.

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