En la entrada anterior de este blog hablaba de cinco pintoras que para mí son fundamentales para entender la posición de la mujer en el arte y abrir los sentidos a unas creaciones femeninas cuyo centro, muy a menudo, era la propia mujer: Sofonisba Anguissola, Lavinia Fontana, Artemisia Gentileschi, Élizabeth Vigée Lebrun y Séraphine Louis.
A continuación, otras tres pintoras no menos imprescindibles:
Esta pintora inglesa de familia griega, perteneciente a la Hermandad Prerrafaelita, es para muchos la mejor artista femenina de dicho movimiento. Durante su larga carrera de sesenta años, produjo más de un centenar de
obras y participó de manera regular en exposiciones en Gran Bretaña y en Estados
Unidos.
Los temas de sus pinturas eran los habituales en el movimiento prerrafaelita: figuras femeninas idealizadas, escenas de obras de William Shakespeare, Petrarca o Dante, paisajes italianos, historias bíblicas y mitos griegos. Su nombre ha ido ganando fama y admiración con los años, y recientemente, el Museo de Arte de Delaware le dedicó una exposición retrospectiva (2015).
Marie era una belleza, imponente, de larguísima melena oscura. También fue modelo y posó para otros pintores prerrafaelitas como Brown, Edward Burne-Jones, Rossetti o Stanhope. Querida y admirada por su acaudalada familia y asimismo por el círculo prerrafaelita, la vida de Marie dio un giro brusco cuando, en 1871, se casó con un periodista mucho mayor que ella, lo que le valió el rechazo de su familia.
El trabajo del marido, que fue corresponsal de The Times en el extranjero, motivó que la pareja (y con el tiempo sus tres hijos) viviera a medias entre Londres y Florencia, más tarde en Roma y también en Estados Unidos. De hecho, por eso Marie es la única artista prerrafaelita inglesa que trabajó en EEUU.
El trabajo del marido, que fue corresponsal de The Times en el extranjero, motivó que la pareja (y con el tiempo sus tres hijos) viviera a medias entre Londres y Florencia, más tarde en Roma y también en Estados Unidos. De hecho, por eso Marie es la única artista prerrafaelita inglesa que trabajó en EEUU.
7.-Frida Kahlo (1907-1954)
Hablar de la mexicana Frida Kahlo significa evocar una de las figuras que más ha influido en la historia del arte del siglo XX, no solo por su indudable talento, su historia de amor-odio con Diego Rivera o su inconfundible estética, personal y artística, sino por su calidad de mujer comprometida con el feminismo y las causas sociales. Salvando las distancias, Frida es todavía hoy un icono artístico como Che Guevara.
Era niña cuando enfermó de polio y a los 18 años, mientras regresaba de su escuela de arte, el autobús en el que viajaba chocó violentamente contra un tranvía. Una barra de hierro la hirió gravemente dejándole secuelas de por vida. De esos traumas nació su arte, absolutamente personal y metafórico, fruto de una exaltada sensibilidad y de la sombra constante del dolor legado por la enfermedad.
Sus obras reflejan también el desengaño del amor, pero pese a todo Frida decía disfrutar de los placeres de la vida, aun siendo evidente su resentimiento por la tumultuosa relación con Rivera. La mayoría de sus cuadros gira en torno a ella misma, autorretratos donde se pinta en la cama, frente a su reflejo, coexistiendo con la vida y la muerte. En La columna rota su cuerpo aparece cubierto de clavos, pero en otras piezas se erige en fuente de vida y energía.
Sus obras reflejan también el desengaño del amor, pero pese a todo Frida decía disfrutar de los placeres de la vida, aun siendo evidente su resentimiento por la tumultuosa relación con Rivera. La mayoría de sus cuadros gira en torno a ella misma, autorretratos donde se pinta en la cama, frente a su reflejo, coexistiendo con la vida y la muerte. En La columna rota su cuerpo aparece cubierto de clavos, pero en otras piezas se erige en fuente de vida y energía.
8.-Tamara de Lempicka (1898-1980)
Mujer y artista transgresora, una trabajadora
incansable que podía pintar durante doce o catorce horas diarias, pero también
la imagen misma del glamur y
la frivolidad; un nombre asiduo en los periódicos de los años
veinte y treinta; un rostro que reinaba en las revistas de moda y belleza; un
personaje que encandilaba a los cronistas de sociedad del periodo de
entreguerras.
Ingresar en el universo
de Tamara de Lempicka supone adentrarse en un mundo más bello, indolente y
libre: el espacio personal decorado por una artista fascinante,
quizá la mejor representante del art déco, movimiento que destacó por sus
motivos geométricos, colores brillantes y formas rotundas.
Los cuadros de
Lempicka siguen este patrón
inconfundible: una especie de bajorrelieve con una o dos figuras de volúmenes
poderosos que llenan todo el campo del lienzo, hasta el punto en que, a veces,
la cabeza está cortada por el borde superior. En sus pinturas combinaba el estilo escultórico clásico con
el cubismo. Solía escoger como protagonistas a mujeres de un gran atractivo físico,
emancipadas y de enorme magnetismo, vestidas a la moda y de mirada
lánguida y sensual; más parecidas a actrices de Hollywood que a personas de
carne y hueso.
En sus últimos años, su pulso ya no era tan firme como en su juventud, pero aun así seguía pintando, muchas veces versiones de sus obras anteriores. Las dos novias V pertenece a su última época, los años 1972-1980.
Tamara murió mientras dormía el 18 de marzo de 1980. Siguiendo la voluntad de la artista, su hija Kizette esparció sus cenizas en el cráter del volcán Popocatépetl.
'Las chicas jóvenes' (Tamara de Lempicka). |
En sus últimos años, su pulso ya no era tan firme como en su juventud, pero aun así seguía pintando, muchas veces versiones de sus obras anteriores. Las dos novias V pertenece a su última época, los años 1972-1980.
'Las dos novias V' (Tamara de Lempicka). |
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