martes, 7 de julio de 2020

Diez mujeres para conmemorar los diez años de Cúmulos y limbos (y II)

(Viene de Diez mujeres… (I) y enlaza con ‘Diez cuadros…’)

Durante los diez años de vida de mi blog Cúmulos y limbos, que se cumplieron el 18 de junio, he hablado mucho de las mujeres, la mayoría escritoras, que han marcado mi experiencia de la realidad. Algunas me acompañan desde la niñez y moldearon rincones insólitos de mi juventud; a otras las encontré a una edad más tardía pero igualmente significativa; y con otras trabé amistad distópica siendo ya adulta. A todas les debo incontables momentos de asombro y felicidad.

De las cinco primeras mujeres (Carmen Martín Gaite, Mary Beard, Nadia Murad, Jane Austen y Siri Hustvedt) escribí aquíde las otras cinco, ahora.



6.- Marga Gil Roësset (1908-1932) y las Sinsombrero

Las Sinsombrero son un puñado de mujeres artistas, escritoras, poetas, a las que el proyecto llamado precisamente así ha rescatado de un olvido injusto. Todas ellas llenas de talento, crearon y triunfaron dentro de la generación del 27 y algunas lograron éxito internacional, pese a las estrechas miras de la España de entonces. 



Son, entre otras, la escritora feminista María Teresa León, oscurecida por Rafael Alberti; la poetisa vasca Ernestina de Champourcín; la poetisa Concha Méndez; la pintora Maruja Mallo; la filósofa María Zambrano; la novelista Rosa Chacel; la escritora y actriz Josefina de la Torre; y la escultora Marga Gil Roësset (1908-1932), por quien siento un cariño especial. La guerra, la posguerra y sus miserias relegaron al olvido a este grupo de mujeres.

En el caso de Marga, fue su temprana muerte por suicidio, a los 24 años, por amor a Juan Ramón Jiménez. Era una niña prodigio y una escultora inclasificable, con una obra muy polifacética, pues también era ilustradora y poeta. La conocí en la Feria del Libro de Madrid, gracias a su sobrina, también poeta y fotógrafa, Marga Clark, que ese año publicaba la novela biográfica Amarga luz, donde por fin ventilaba los armarios familiares y narraba los pasos que recorrió Marga Gil antes de precipitar su propia muerte.


7.- Louisa May Alcott (1832-1888)


¡Qué decir de Louisa May Alcott, la autora de Mujercitas, un clásico de la literatura mundial que en 2018 cumplió 150 años! Sin duda, es una escritora minusvalorada a la que se tilda de autora infantil y algo ñoña. Nada más irreal: fue una mujer comprometida con el sufragio femenino y la abolición de la esclavitud, y escribió bajo seudónimo novelas y relatos sobre temas como el adulterio o el incesto.
Orchard House, hogar de Louisa May Alcott en Concord (Massachussetts).

He viajado en tres ocasiones hasta Concord (Massachussett) para visitar Orchard House, la casa museo donde Louisa vivió con su padre, Amos Bronson Alcott (1799-1888), su madre (Abigail May) y sus hermanas Anna y May (Elizabeth había muerto el año antes de mudarse). En el primer piso de la casa, en un pequeño escritorio-estantería que su padre fabricó para ella, concibió sus Mujercitas, las cuatro hermanas March, cuyas vidas tanto se parecen a las de las Alcott reales.

Louisa me acompaña desde la infancia, cuando las Navidades se vivían a través de la pantalla de televisión, y cada año Jo March se quemaba el vestido antes de acudir al baile con Laurie.


8. Isabella Stewart Gardner (1840-1924)

Físicamente muy cerca (Boston) de Louisa May Alcott (Concord) y coetánea en el tiempo, construyó su sueño Isabella Stewart Gardneruna de esas americanas millonarias que revolucionaron la historia del arte y de los museos entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX.



Al igual que Abby Aldrich Rockefeller (cofundadora del MoMA en 1929) o Gertrude Vanderbilt Whitney (fundadora del museo Whitney en 1930), Isabella era una rica heredera, ferviente viajera y empedernida coleccionistaPero Isabella fue más allá: construyó su propio museo en Boston, bautizado como Fenway Court, que inauguró el 1 de enero de 1903; se trasladó a vivir a él (ocupaba el cuarto piso); lo abrió al público y siguió ampliándolo hasta su muerte. 

El museo, hoy llamado Museo Isabella Stewart Gardneres un remanso de paz y belleza muy cerca del Museo de Bellas Artes de Boston. Lo visité en 2018 y fue todo un descubrimiento. Estoy deseando volver.

9.- Mary Wollstonecraft (1759-1797)

Sin Mary Wollstonecraft no existiría la novela Frankenstein, y quizá sólo por eso, esta británica del siglo XVIII, precursora del feminismo, ya merecería un puesto en la Historia. Luchó por la igualdad de la mujer, defendió con palabras y obras la educación femenina, escribió cuentos, ensayos y una novela, titulada La novela de Mary, editada por Araña Editorial.


Mary Wollstonecraft, feminista, ensayista y precursora de la educación femenina.

Mary Wollstonecraft fue una persona que quebró moldes, capaz de establecerse como escritora profesional en Londres, algo inusual hace doscientos cincuenta años, incluso para un hombre. Su vida genera tanto interés como sus obras, debido a las relaciones que mantuvo. De vida azarosa y escandalosa, tras vivir dos romances malogrados (con Henry Fuseli y Gilbert Imlay), se casó con William Godwin (precursor del anarquismo), con quien tuvo una hija.

A causa de complicaciones en el parto, Wollstonecraft murió, cuando sólo tenía treinta y ocho años, sin llegar a saber que su hija sería la célebre Mary Shelley (1797-1851), autora de Frankenstein (novela precursora de la ciencia-ficción) y esposa del no menos célebre poeta romántico Percy Bysshe Shelley.

10.- Paula Florido (1856-1932)
Esta mujer, hecha a sí misma y adelantada a su época, fue quien alentó y sostuvo económicamente el coleccionismo de su cuarto marido, José Lázaro Galdiano, al que ayudó a levantar el Museo Lázaro Galdiano de Madrid, uno de los más encantadores y valiosos museos privados de la ciudad.

Paula, multimillonaria, había enviudado tres veces cuando en 1903 se casó en Roma con José Lázaro y, al poco tiempo, se instalaron en Madrid. Antes de eso, su vida no había sido fácil ni parca en emociones.

Paula Florido, mecenas y artífice del Museo Lázaro Galdiano de Madrid. 

Con sólo 17 años, se casó con el español Francisco Ibarra Otaola, residente en Argentina, con quien tendría el único hijo que la sobreviviría. Tras enviudar, se casó con un periodista gallego, que le dio una hija. Este segundo matrimonio fue muy breve, y tres años después, viuda de nuevo, se unió a Pedro Gache, con quien tendría otro hijo. Cuando, viuda por tercera vez y con 47 años, conoció a Lázaro Galdiano, halló al hombre con quien vivió el resto de sus días, rodeada de arte que legaría al museo creado por ella misma. 

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