La imagen de la Navidad que tenemos en Europa occidental, con esos idílicos paisajes nevados; los árboles adornados en los salones de las casas; los nacimientos con sus pesebres, la mula y el buey a los pies de Jesús recién nacido; la adoración de los pastores y los ricos presentes traídos por los Magos de Oriente; Papá Noel y su trineo atiborrado de regalos... forma parte de una iconografía muy influida por el arte y por el modo en que los artistas han representado los acontecimientos navideños a lo largo de la historia.
Tanto la Natividad que pintó Giotto hacia 1303-1305, como el Paisaje con patinadores junto al castillo, pintado por Hendrick Avercamp en el año 1608-1609, son obras que han configurado una estética de estampa navideña que se ha perpetuado durante más de cuatrocientos años.
Y eso que la imagen de las blancas navidades es falsa e imprecisa, ya que en España, Portugal, Italia, Grecia e incluso Francia, las calles, tejados y ciudades apenas se cubren de un manto consistente de nieve. Por no mencionar que en Belén, donde la tradición cristiana sitúa el origen de la Navidad, la nieve es tan exótica como un koala en un fiordo.
Con el correr de los siglos, las imágenes cambian y las estructuras sociales, religiosas y morales evolucionan. Numerosos pintores dejan de lado la perspectiva paisajística para poner el acento en la intimidad y la realidad de las personas. Surgen así escenas navideñas muy distintas, como la que retrata el alemán Henry Mosler (1841-1920) en su cuadro 'La mañana de Navidad' (hacia 1916), donde nos sumerge en la emoción de dos niños que acechan tras una puerta, impacientes por recibir sus regalos. Una imagen bien diferente de la que plasma 'La Nochebuena de la costurera' (1921), del danés Christian Krohg (1852-1925). Y radicalmente distinta de la 'Nochebuena' (1918) del artista noruego Nicolai Astrup (1880-1928) con su escena de interior de una maternidad, donde el árbol y la cuna sirven de metáfora.
Con un estilo cercano al anuncio publicitario, 'El hada del árbol de Navidad', de la estadounidense Sarah S. Stilwell (1878-1939), es ejemplo de otro tipo de obras, reconocibles por su estética pseudo victoriana, a caballo entre el cuento empalagoso y la simple ñoñería. Y no faltan tampoco los cuadros con escenas de niños y adultos cantando villancicos por las calles, como éste del estadounidense Chester K. van Nortwick (1881-1944), con quizá demasiadas concesiones al tópico.
Con un estilo cercano al anuncio publicitario, 'El hada del árbol de Navidad', de la estadounidense Sarah S. Stilwell (1878-1939), es ejemplo de otro tipo de obras, reconocibles por su estética pseudo victoriana, a caballo entre el cuento empalagoso y la simple ñoñería. Y no faltan tampoco los cuadros con escenas de niños y adultos cantando villancicos por las calles, como éste del estadounidense Chester K. van Nortwick (1881-1944), con quizá demasiadas concesiones al tópico.
También estadounidenses, pero mucho más modernos y originales, son dos artistas coetáneos: Guy Carlton Wiggins (1883-1962) y Horace Pippin (1888-1946), cuyos cuadros he escogido porque hacen una interpretación muy personal de sendas rutinas navideñas en la ciudad de Nueva York.
'Nochebuena en Washington Square', de Wiggins, retrata un paisaje neoyorquino bastante reconocible por el que transita una pareja agarrada del brazo y bajo un paraguas con el que hombre y mujer tratan de protegerse del viento, de la lluvia o de la nieve, o tal vez de las tres cosas.
En el cuadro de Pippin, titulado 'Mañana de Navidad', otra pareja disfruta del día de fiesta en la tranquila intimidad de su hogar. Sin apenas decoración, las paredes desnudas y una tonalidad bicromática de gran austeridad, la obra de este artista autodidacta afroamericano transmite una serena felicidad.
(Continúa en 'La Navidad en la pintura (y II)')
'Nochebuena en Washington Square', de Wiggins, retrata un paisaje neoyorquino bastante reconocible por el que transita una pareja agarrada del brazo y bajo un paraguas con el que hombre y mujer tratan de protegerse del viento, de la lluvia o de la nieve, o tal vez de las tres cosas.
En el cuadro de Pippin, titulado 'Mañana de Navidad', otra pareja disfruta del día de fiesta en la tranquila intimidad de su hogar. Sin apenas decoración, las paredes desnudas y una tonalidad bicromática de gran austeridad, la obra de este artista autodidacta afroamericano transmite una serena felicidad.
(Continúa en 'La Navidad en la pintura (y II)')
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