domingo, 15 de diciembre de 2019

La huella imborrable de Manuel de Unciti


(Más sobre Manuel de Unciti)


Firma invitada:
Luis Fermín Moreno

Hay libros que saldan deudas. O parte de ellas. La biografía de Manuel de Unciti, escrita por Joan Cantavella y publicada por San Pablo, cumple, sin duda, esta función, a casi seis años de su muerte, para los que tuvimos la fortuna de conocerle y convivir con él. 

'Manuel de Unciti': más que una biografía. 
Es posible que a Manolo, que era generosidad pura y dormía bajo esta inscripción colocada en la cabecera de su cama (en latín, como no podía ser de otra manera): "Ser para los demás un camino que se usa y se echa en el olvido", no le hiciera mucha gracia. Pero fue una figura excepcional, como se dijo cuando nos dejó, y su vida y obra merecían ser contadas, difundidas y conservadas. Para ello nació la Asociación Manuel de Unciti, constituida en el año 2015.

Este libro –su autor se cuida muy mucho de advertirlo- no es una hagiografía. Es fruto, sin duda, de su conocimiento del personaje, a quien admiraba y por quien sentía un cariño profundo (cosas todas que yo comparto con él). Pero también es fruto de una concienzuda investigación en su entorno, en lugares donde estudió y por donde pasó, en sus escritos, con familiares, condiscípulos, amigos… Y, como buen y riguroso biógrafo, da cuenta de errores y fracasos, que los tuvo, pero, fundamentalmente, de todo lo bueno que hizo, que fue mucho.  

Manuel de Unciti Ayerdi (1931-2014).
Hay que decir que la tarea no era fácil, habida cuenta de las múltiples facetas que desplegó Manolo en su longeva vida, algunas porque las buscó siguiendo su vocación, otras porque fueron apareciendo en su camino y las asumió como parte de su misión de servicio y entrega a los demás: sacerdote, historiador, misionero, periodista, educador, conferenciante, viajero, escritor… y padre de muchos hijos. 

Manuel de Unciti y algunos de sus 'hijos' en la desaparecida Residencia Azorín, que fundó y dirigió.

Joan Cantavella recorre todas ellas y en cada una descubrimos algo nuevo. Pero, sobre todo, algo común: su espíritu libre, su amor a la iglesia, su entrega a todos los que le rodeaban, su ejemplo en muchos órdenes de la vida. Pedro Ontoso, otro de sus discípulos, lo resume muy bien: “su extraordinaria calidad humana, su enorme sabiduría, inagotable vitalidad y su insondable generosidad”. 

La antigua Residencia Azorín, en la calle Rosa Jardón (Madrid).

Su impagable labor en la divulgación del Evangelio por el mundo no se podrá calcular nunca. Pero la Residencia Azorín, cuna formativa durante 40 años de varias generaciones de periodistas cristianos, muchos de los cuales siguen en activo –y más de uno y más de dos en puestos de responsabilidad-, es un jalón imprescindible en la historia del periodismo español. En ellos, como señala Cantavella en el libro, permanece de forma imborrable su huella. 

Por todo ello, este libro interesará a cualquier periodista. Y a cualquier creyente. 

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