Louisa Tenison y el misterio del dolmen de Menga (I)
Dólmenes de Antequera, Patrimonio de la Humanidad
A Lady Louisa Tenison (1819-82), escritora y fotógrafa inglesa, mujer culta y adelantada a su época, debemos la primera monografía en lengua extranjera donde se describe concienzudamente el dolmen de Menga (de 3750-3650 A.C., la primera referencia data de 1530, en una licencia del obispo de Málaga autorizando la construcción de un lugar de oración en una finca próxima). Situado en la ciudad de Antequera, la aristócrata británica lo visitó allá por el 3 de junio de 1852.
Además de pionera de la fotografía (a ella se dedicó tras casarse con el fotógrafo Edward King Tenison), la noble inglesa era una gran viajera y fue la primera mujer en investigar in situ el hoy mundialmente famoso dolmen de Menga (desde 2016, Patrimonio de la Humanidad, junto con la sierra del Torcal y la Peña de los Enamorados).
Entre 1850 y 1852, viajó junto a su esposo por España, en un periplo que dejó reflejado en el libro Castilla y Andalucía, publicado en 1853. Formaban un buen tándem: el marido iba fotografiando los monumentos, que ella anotaba y describía, y con esas instantáneas se formó la primera colección de fotografía de viajes en Gran Bretaña.
Tal como cuenta Lady Louisa Tenison en Castilla y Andalucía (pinchad aquí para ver en PDF), el viaje a Antequera tenía como meta encontrar "un templo druida, un montículo con cámara (…) que, según el relato que se da de él, sería parecido a los misteriosos restos de la Antigüedad tan comunes en nuestra propia isla”. Explica asimismo que "no había existido referencia a la cueva en ningún libro español de topografía, o sobre las antigüedades del país, hasta los apuntes que publicó en 1847 un tal señor Mitjana de Málaga".
Tras visitar in situ el dolmen, la escritora describió Menga, lo que había leído sobre el monumento y algunas teorías, como la que sugería que se trataba de un templo druida: “Ya sea que se haya erigido para un templo o un túmulo, o para ambas funciones, dejaré que los doctos decidan, y me contentaré con la descripción del lugar en sí, tal como lo encontramos el 3 de junio de 1852”.
Interior del dolmen de Menga, en la actualidad. |
Esto es lo que Lady Louisa relata en su libro acerca del emplazamiento, la dimensión y medidas de las majestuosas losas de piedra:
“Aproximadamente a un cuarto de milla al este de la ciudad de Antequera, en la carretera de Archidona, se encuentran tres pequeños cerros cónicos, de 60 a 80 pies de altura (…). Al ascender al más próximo al pueblo, y cerca de la cumbre, se halla la entrada de la cueva. Presenta un porche perfecto, de formas simétricas, compuesto por piedras toscas de gigantesca magnitud. Este porche es un cuadrado oblongo, 17 pies de profundidad, 9 de ancho y 8 de alto. Su cubierta está compuesta por una sola piedra de más de cuatro pies de alto, y, según cálculos del señor Mitjana (que era arquitecto), pesará más de 51 toneladas. El techo se halla sostenido por seis piedras, tres a cada lado, colocadas en vertical y en punta, hundidas de tres a cuatro pies en la tierra, y con una anchura media de cuatro pies y medio. Al final del pórtico se encuentra una cámara interior de una forma diferente: es ovalada y de dimensiones considerablemente mayores: 54 pies en longitud. Sus lados, también compuestos de piedras verticales, siete a cada lado, se expanden gradualmente desde la entrada hasta un ancho de 17 pies en el centro, y luego se estrechan hasta los 12 pies. Una enorme piedra bloquea la extremidad y le da la forma de un óvalo, aplanado en los extremos”.
La autora inglesa dedica varios párrafos a fotografiar con palabras el techo de la cámara interior, que se encuentra “a diez pies del suelo y se compone de únicamente cuatro piedras, que se extienden de lado a lado, cada una de mayores dimensiones que la que cubre el porche. La losa más alejada de la entrada es la más grande, siendo un cuadrado de 23 pies, cuatro pies de espesor y 120 toneladas de peso (…) El techo de la cámara interior está sostenido por tres pilares, de pie a lo largo del centro. Son toscos, de forma irregular, cuadriláteros, y de distintas dimensiones”.
Para acompañar la descripción del dolmen, la viajera británica adjunta en el libro un boceto que representa la cueva vista desde el extremo interior.
El dolmen de Menga, visto desde el extremo interior (Lady Louisa Tenison). |
“Las piedras, en el exterior de la construcción, son deformes e irregulares, pero, en cambio, en el interior son planas y parejas, aunque sin llegar a ser lisas. No parecen haber sido perforadas o cinceladas de ninguna manera, presentan esa superficie áspera que se observa con frecuencia en la piedra en su estado natural. No hay rastros de marcas de cincel (…) La cueva está justo debajo de la superficie de la cumbre del montículo, cuya forma cónica aún se conserva”.
Exterior del dolmen de Menga, en la actualidad. |
A la escritora no le pasa desapercibida la orientación de Menga: "De largo, la cueva mide 71 pies. La entrada mira hacia el este, orientada hacia los otros dos cerros similares, y más allá aún, en un llano a una legua de distancia, se eleva abruptamente la Peña de los Enamorados, que, desde aquí, presenta su aspecto más pintoresco (…)”.
Peña de los Enamorados (Antequera, conjunto de los Dólmenes). |
En las páginas de Castilla y Andalucía hay espacio para la crítica, y así, Lady Louisa Tenison deja entrever su disconformidad con algunas obras realizadas en la cueva por el arquitecto Mitjana en 1847:
Pozo interior de Menga. Abierto en 1847-48 por Rafael Mitjana (lo cerró, sin mencionarlo nunca) y descubierto en 2005 gracias al libro de Louisa Tenison. |
"El señor Mitjana, quizá en busca de huesos, armas, u otros restos, o tal vez de otras cámaras más profundas en la colina, hizo un pozo en el interior, entre el tercer pilar y el extremo, pero no descubrió nada. Y, para dar luz a los trabajos, abrió al final de la cueva un gran agujero, de cuatro o cinco pies cuadrados, que perjudica considerablemente el efecto y la uniformidad del lugar".
Y finaliza su relato expresando la maravilla de Menga, intuyendo su verdadera importancia, que no llegó a conocer en toda su extensión, que quizá tampoco nosotros, en este 2023 de tecnología avanzada e incipiente inteligencia artificial, hemos averiguado del todo:
"Envuelta en la bruma de la Antigüedad, de uso incierto y desconcertando al investigador más paciente, la cueva de los druidas sigue en pie, como sin duda estaba, mil años antes de la fundación de Roma”.
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