Historia del mundo, British Museum
El ansia de belleza, la necesidad de apresar la fugacidad del mundo, el impulso de representar el
pensamiento o el deseo de trascender son tan inherentes al ser humano como
su consciencia.
Todas las civilizaciones que conocemos han creado arte, algunas en fechas tan lejanas como hace 9200 años, que es la antigüedad de esta estatua neolítica llamada Noah, modelada en yeso calizo, testigo, mensajera y superviviente de una época tan remota que aún no se habían inventado los cuencos de barro (5500 A.C.).
Noah es la más antigua representación de la figura humana a larga escala que ha llegado hasta nuestros días, la más antigua escultura de un ser humano, dotado de cabeza y rostro, rasgos naturalistas, cuerpo con brazos y piernas, manos y pies, hasta pechos.
Noah exhibe su belleza enigmática y altanera en el British Museum de Londres, pero procede del norte de Amán (Jordania), de un lugar llamado Ain Ghazal. Sus artesanos la crearon a ella junto a otras veintitantas estatuas hermanas, hace unos 9200 años, y no sabemos por qué o para qué, pero sí conocemos que todas ellas pasaron milenios enterradas en una fosa excavada en el suelo de una casa abandonada, en lo que hoy es Jordania.
Lo más sorprendente de Noah es su rostro, particularmente sus ojos, modelados con un yeso más puro y blanco que el resto del cuerpo. Tiene las pupilas de un material parecido al betún, y alrededor del globo ocular lleva un raro pigmento mineral verde.
Los ojos de Noah parecen mirar, y ver, aunque lo único que ahora contemplen sea el ir y venir de los cientos de miles de personas que, cada año, recorren el British Museum tras las huellas de la Humanidad.
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