(Más sobre Francia aquí y un poco más aquí)
Las vacaciones de este pandémico verano de 2021 han tenido como destino Francia: la primera etapa ha discurrido por Bretaña, en un recorrido de rememoración pues casi todos los sitios ya los habíamos visitado allá por el año 2001.
Junto a mi habitual compañero de fatigas, iniciamos el viaje en coche en Madrid, el sábado, 14 de agosto, y entramos en Francia por San Juan de Luz, donde comimos en una terraza frente al mar en la que, por primera vez, nos pidieron el pase sanitario (pass sanitaire), que este verano es legalmente obligatorio, y cuyo cumplimiento real diría que se da en el 90% de los bares y restaurantes. Comimos mejillones en cazuela con salsa de piquillo, ostras y ensalada de queso de cabra. Después de comprar conservas en la tienda La Belle Iloise, seguimos la ruta por carretera.
Un calor bochornoso nos recibió en Burdeos a eso de las seis de la tarde. Como
teníamos el hotel frente al Palacio de la Ópera, pudimos recorrer todo el
centro andando y con familiaridad, ya que era nuestra tercera vez en la ciudad (la última, en 2014, pinchamos una rueda del coche). Dimos una vuelta hasta la Plaza del Parlamento, nos sentamos en
una terraza frente a la iglesia de Saint Pierre, llegamos hasta la plaza de la
catedral (pudimos visitar el interior porque celebraban una procesión por ser
la víspera del día de la Asunción de la Virgen) y tomamos una cena ligera en la
terraza del Café Francés (tabla de quesos brevis, cabra, oveja y paté de la
casa). Un paseo hasta la enorme Plaza de Quinconces puso fin a la noche.
Domingo, 15 de agosto: Nantes y Rennes
El domingo día 15 dejamos atrás Burdeos y nos encaminamos hacia Rennes. Las dos primeras paradas de la mañana fueron para admirar la iglesia románica de Saint-Étienne de Tauriac y la capilla templaria de Magrigne, para después recorrer la Citadelle de Blaye, con refrigerio incluido.
Nos detuvimos en Nantes para visitar la catedral (nos encantó en el viaje de 2001), pero está cerrada desde que sufrió un incendio en 2020, y nos tuvimos que conformar con entrar al castillo de los Duques de Bretaña (visita de escaso interés), aunque el patio central es espectacular, igual que el paisaje desde la muralla (ambos, gratis). Hicimos una breve comida-merienda en la terraza de la creperie Chez les Ducs, justo frente al puente levadizo del castillo. Nos supieron a gloria las respectivas galettes de salmón y Gargantúa, así como la taza de sidra.
Llegamos a nuestro destino, Rennes, una hora más tarde y tomamos posesión de nuestro cómodo estudio en el Aparthotel Adagio, situado en la zona del Hotel Dieu, a diez minutos andando del centro y con párking propio (de pago, por supuesto). Dimos un paseo nocturno hasta la catedral; recorrimos las calles estrechas admirando las características fachadas de pan de bois (entramado de madera), una herencia del Rennes medieval; y nos sentamos en una terraza, pese a no estar abrigados para el frío de esa noche.
Lunes, 16 de agosto: 3.000 menhires en Carnac
Nos levantamos temprano para conducir hasta Carnac y ver los Alineamientos Megalíticos, que forman el monumento prehistórico más extenso del mundo, con sus cuatro kilómetros de menhires puestos en pie. Fueron erigidos en el Neolítico (4500-3500 a.C.) y quedan unas 3.000 piedras levantadas.
Todo el recinto está vallado para impedir el deterioro de las piedras milenarias. Como habíamos reservado nuestras entradas desde España, fuimos directamente al Centro de Visitantes, donde, además de enseñar el consabido pass sanitaire, te toman la temperatura para acceder. Después de ver el vídeo introductorio y curiosear en la tienda, cogimos de nuevo el coche para llegar hasta el Alineamiento de Kerlescan, que era el que ese día se visitaba por dentro, en grupo y con guía.
Carnac es espectacular, y lo mejor es que no hace falta pagar para ver las magníficas hileras de piedras; éstas se pueden contemplar yendo a pie y en bicicleta, ya sea desde la carretera o por el sendero que discurre por el perímetro norte. Nosotros habíamos decidido hacer también la visita interior para conocer más detalles de los Alineamientos y sacarnos la espinita que nos quedó en 2001 cuando llegamos y ya estaban cerrando. Esta vez, tras Kerlescan, nos acercamos andando al Gigante de Manio, un enorme menhir en mitad del campo.
Menhires de #Carnac Solo se visita por dentro uno de los Alineamientos, aunque todos son visibles desde la carretera y caminando por sendas entre el bosque bajo que los rodea #Bretaña #Verano2021 pic.twitter.com/S5C8TCPJcf
— Pepa Montero (@PepaMonteroM) August 17, 2021
Ese día, comimos en el cercano pueblo de Trinité-sur-Mer, en un sitio de pescados en el puerto, y después fuimos a ver el mar en Carnac Playa, antes de regresar al reciento arqueológico para de nuevo recorrer las piedras milenarias, esta vez bajo la luz del atardecer.
Anochecía cuando emprendimos el regreso a Rennes, pero antes nos detuvimos unos minutos en Josselin para ver si el castillo feudal y renacentista y la basílica eran como los recordábamos. Era demasiado tarde, restaurantes y bares estaban cerrados, dimos un brevísimo paseo y comprobamos que la fachada de la iglesia es impresionante.
Martes, 17 de agosto: Rennes y Mont Saint-Michel
Nuestro propósito era pasar un plácido día en Rennes de visita museística, gastronómica y terracil. Tras desayunar (regular tirando a mal) en el Cafe de la Paix, visitamos el Museo de Bellas Artes, la iglesia de San Esteban, la catedral (muy barroca y por tanto no de nuestro gusto) y varias librerías. Comimos (muy bien) en el interior de un restaurante típico (rillettes de caballa, tabla de quesos, filete de vaca).
El Mont Saint Michel es un islote rocoso rodeado por una bahía, escenario de las mayores mareas de Europa. Desde 1979 Patrimonio de la Humanidad, alberga una imponente abadía benedictina. |
Después de comer, decidimos coger el coche para acercarnos a Fougeres, adonde nunca llegamos, porque en la autopista vimos el letrero del Mont Saint Michel, que estaba más cerca de lo que pensábamos, y no pudimos resistirnos. Era nuestra tercera visita al monte-abadía, pero la primera desde que construyeron el gigantesco parking, desde donde sale y llega la navette gratuita que traslada a los viajeros hasta los pies del promontorio rocoso. Dimos una vuelta por el pueblo, paseamos por las murallas y tomamos una cerveza mientras hacíamos tiempo para realizar la visita nocturna a la abadía benedictina. Tan espectacular o más que los menhires de Carnac.
En la abadía del #MontSaintMichel las vistas sobre el mar son espectaculares incluso con marea baja. Casi se puede sentir la soledad y recogimiento de los mojes benedictinos que se instalaron aquí en el siglo X y levantaron la maravilla que es hoy #Verano2021 #Normandía pic.twitter.com/CjutQ9s3jj
— Pepa Montero (@PepaMonteroM) August 18, 2021
Lo enrevesado fue regresar al parking, azotados por el viento y el frío, pasadas las diez de la noche; un parking sumido en la oscuridad y casi vacío, por donde apenas deambulábamos una docena de personas, despistadas, buscando nuestros coches.
(Sigue en Viaje por Francia 2021 (II): Laval, Le Mans, Senlis y cumpleaños en París)
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