(Más sobre la Navidad aquí y también aquí)
Hay Navidades de película, Navidades de recato y recogimiento, Navidades consumistas, Navidades profanas vividas con la intensidad del creyente, Navidades blancas, lluviosas, ventosas, Navidades heladas y hasta Navidades en pantalón corto y bañador, como las que disfrutan los habitantes de Australia o Sudáfrica.
Hay múltiples formas de celebrar la Navidad, como aprendimos desde pequeños quienes las pasamos viendo por televisión las películas ¡Qué bello es vivir! o Mujercitas, por citar dos de las cintas cuyos fotogramas han poblado las mentes de varias generaciones, entre las que se cuenta la mía.
Existen Navidades de muñecos de nieve y abetos helados, tal y como se viven en las tierras altas donde mora Santa Claus, el férreo competidor de los Reyes Magos de Oriente. Navidades cuyos festejos se remontan a la noche de los tiempos y de cuyo significado original apenas quedan el cuento infantil y la ilustración asociados a las obras de arte, fundamentalmente a la pintura.
A punto de apagarse la Navidad de 2020, ha llegado el momento de encender la mecha de 2021, cerrar los ojos durante unos instantes y concentrar esfuerzos y plegarias.
Ojalá 2021 nos regale el fin de la pandemia.
Ojalá la festividad del 1 de enero sea el umbral de una época más dulce que el turrón.
Ojalá 2021 corresponda las esperanzas de la humanidad.
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