lunes, 14 de enero de 2019

Por qué leer a Yourcenar, Laforet y Ginzburg nos hace más sabios y mejores personas (I)

(Más sobre Marguerite Yourcenar y Carmen Laforet

He empezado 2019 comprando en la Cuesta de Moyano de Madrid un ejemplar de segunda mano de Opus nigrum, la que según la crítica es la mejor novela de Marguerite Yourcenar (1903-87), la más apasionante y rica en aspectos vitales, sueños y temores. Se trata de una novela histórica, al igual que su célebre Memorias de Adriano (1951), que todavía hoy es libro de referencia sobre el emperador.

Mis tres libros para comenzar el año 2019.
Confieso ser de esa clase de lectoras que devoran las solapas y los prólogos (con notas a pie de página incluidas) antes que el propio libro. Cuando en mi época universitaria leí por primera vez las Memorias... disfruté y sufrí a partes iguales con el recuento detallado por parte de la autora del arduo, largo y a veces excruciante proceso de escribir la novela, que tardó décadas en terminar.

Lo mismo me ha sucedido con Opus nigrum (Círculo de Lectores, 1988) cuando Yourcenar pormenoriza las idas y venidas, las reescrituras de la historia de su médico alquimista Zenón hasta verlas convertidas en novela.

Marguerite Yourcenar (1903-87), escritora.
Pero ha sido el prólogo de Rafael Conte el que me ha abierto los ojos para enfocar mejor a Marguerite Yourcenar como mujer y creadora. Tuvo una vida apasionante, que os invito a conocer navegando por la red y recalando en decenas de artículos en prensa. De ella siempre admiré la forma concienzuda de documentarse, su prosa rica en matices, su imaginación, su sabiduría, el modo en que sus palabras me hacían sentir la inmensa felicidad del amor, las altas cimas del intelecto, pero también padecer la desolación y la decrepitud, el miedo al vacío.

Ahora, tras leer a Conte y documentarme mejor, he aprendido que también fue una intelectual que rompió con la misoginia de la Academia Francesa; una mujer comprometida con causas civiles, defensora de derechos humanos, adalid de la libertad sexual... Poeta precoz y ensayista hasta el fin de sus días; traductora de novela contemporánea, editora de poesía griega clásica...

Leer a Marguerite Yourcenar nos hace más sabios. En el caso de Opus nigrum, y aunque el personaje de Zenón es ficticio, la recreación de esa Europa que avanza en el Renacimiento es absolutamente verídica. Hechos, años, personajes reales existentes, obras de arte, descubrimientos, procesos inquisitoriales, etc. son constatables y explican el cambio crucial del siglo XVI, la ruptura de catolicismo y protestantismo, la lucha entre la visión del mundo que ponía a dios en el centro y la nueva visión que ensalzaba al hombre. Y, sin duda, leer a Yourcenar también nos hace mejores personas. Esta novela (como Memorias de Adriano) es sobre todo una lección ética y una muestra de la infatigable lucha a favor de la tolerancia.

Carmen Laforet (1921-2004).
Carmen Laforet. Casi toda la obra de Carmen Laforet (1921-2004) aborda el choque entre el idealismo de la juventud y el entorno, casi siempre mediocre, que acaba sepultando lo que de genuino y espontáneo hay en las personas. No es un tema de base muy optimista, pero ella supo extraerle un inmenso jugo literario sin caer en tremendismos ni pintar espacios edulcorados.

Laforet rompió moldes en muchos sentidos. Primero, entró por la puerta grande en el mundo editorial cuando solo tenía 23 años, al ganar el primer premio Nadal (1944). Su novela Nada supuso un revulsivo en el panorama literario de la posguerra española, y aunque  el éxito la apabulló y no supo digerir las malas críticas de sus dos siguientes novelas, únicamente por Nada ya hubiera merecido figurar entre las escritoras españolas más relevantes del siglo XX.

(Continuará...)


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