(Más pintoras excelentes: Séraphine Louis y Hilma af Klint)
Tamara de Lempicka (1898-1980) fue una mujer y una artista transgresora, una
trabajadora incansable que podía pintar durante doce o catorce horas diarias, pero
también la imagen misma del glamur y
la frivolidad; un nombre asiduo en los periódicos de los años veinte y
treinta; un rostro que reinaba en las revistas de moda y belleza; un personaje
que encandilaba a los cronistas de sociedad del periodo de entreguerras.
´Las muchachas jóvenes' (Tamara de Lepicka, 1930). Hasta el 24 de febrero, en el Palacio de Gaviria de Madrid. |
En
sus cuadros, esta pintora y fotógrafa de origen polaco (viajera que recorrió
el mundo hasta asentarse en México, donde murió) retrató a la adinerada
burguesía de la época y
dejó constancia de la progresiva decadencia de la aristocracia. Como mujer y
artista, defendía el hedonismo, las fiestas, el desenfreno y la libertad sexual.
Su propia vida fue el mejor escaparate de todo ello. El Palacio de Gaviria de Madrid le consagra hasta
el 24 de febrero la muestra Tamara de Lempicka. Reina del art déco, una de las citas imprescindibles del calendario
museístico de este otoño-invierno.
Organizada por la empresa de gestión
cultural Arthemisia, esta exposición reúne unas 180 obras
procedentes de más de 40 colecciones privadas y museos. Todo un lujo, teniendo en cuenta que la gran mayoría de la producción artística de Lempicka está en manos privadas, y
las escasas piezas que existen en museos apenas se enseñan.
'El echarpe azul' (Tamara de Lempicka). |
Ingresar
en el universo de Tamara de Lempicka supone adentrarse en un mundo más bello,
indolente y libre: el espacio personal decorado por una artista
fascinante, quizá la mejor representante del art déco, movimiento que destacó por sus
motivos geométricos, colores brillantes y formas rotundas. Los cuadros de
Lempicka siguen este patrón inconfundible:
una especie de bajorrelieve con una o dos figuras de volúmenes poderosos que
llenan todo el campo del lienzo, hasta el punto en que, a veces, la cabeza está
cortada por el borde superior.
Mujer joven en una columna cuadrada. Detalle (Tamara de Lempicka). |
Nunca ocultó sus amores femeninos, pese a casarse dos veces, y en la exposición del Palacio de Gaviria se exhiben varias obras que son un homenaje a las relaciones lésbicas: Las muchachas jóvenes (1930), Sa tristesse (1923) o La hermosa Rafaela (1927). En sus pinturas, combinaba el estilo escultórico clásico con el cubismo. Solía escoger como protagonistas a mujeres de un gran atractivo físico, emancipadas y de enorme magnetismo, vestidas a la moda y de mirada lánguida y sensual; más parecidas a actrices de Hollywood que a personas de carne y hueso.
Los cuadros de Lempicka dan fe de que
era una gran estudiosa de la pintura italiana de siglo XV y de la flamenca del
siglo XVII, periodos que admiraba. Sus influencias principales eran Botticelli y Bronzino, el retrato manierista y
el cubismo, según sabemos por ella misma y por el consenso de los expertos en su obra.
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