Las Maestras del Thyssen conquistan Madrid
Siempre es buen momento para detenerse en la obra de Tamara de Lempicka (1898-1980), una mujer y una artista transgresora, feminista, desinhibida, sin miedo al escándalo. Una trabajadora incansable que podía pintar doce o catorce horas diarias y, a la vez, la que mejor reflejó el glamur y
la frivolidad.
Es considerada una de las mayores representantes del art decó en dos continentes. Fue la artista favorita de varias estrellas de Hollywood y se la denominó "la baronesa con pincel".
Ella es una de las artistas presentes en la muestra pictórica Maestras, que puede verse en el Museo Thyssen de Madrid. La obra aquí expuesta es Madre e hijo, representante de esa nueva idea de la maternidad, alejada de tópicos y ñoñerías, que las mujeres defendieron a comienzos del siglo XX, en su lucha por desligarse del rol de matrona y simple procreadora.
GRAN ESTUDIOSA DE LA PINTURA ITALIANA DEL XV
Los cuadros de Lempicka dan fe de que era una gran estudiosa de la pintura italiana de siglo XV y de la flamenca del siglo XVII, periodos que admiraba. Sus influencias principales eran Botticelli y Bronzino, el retrato manierista y el cubismo, según sabemos por ella misma y por el consenso de los expertos en su obra.
Es difícil separar a la mujer de su creación. El suyo era un nombre habitual en los periódicos y revistas de los años veinte y
treinta del siglo XX, reinaba en la crónica de sociedad, pero a la vez, esta pintora y fotógrafa de origen polaco fue una viajera que recorrió el mundo hasta asentarse en México, donde murió.
Solía escoger como protagonistas de su obra a mujeres de un gran atractivo físico, emancipadas y de enorme magnetismo, vestidas a la moda y de mirada lánguida y sensual; más parecidas a actrices de Hollywood que a personas de carne y hueso.
RETRATÓ LA BURGUESÍA DE ENTREGUERRAS
Lempicka retrató a la adinerada burguesía de la época y dejó constancia de la progresiva decadencia de la aristocracia. Como mujer y artista, defendía el hedonismo, las fiestas, el desenfreno y la libertad sexual. Su propia vida fue el mejor escaparate de todo ello.
Tamara de Lempicka en su estudio. |
En todos sus cuadros sigue un patrón: pinta una especie de bajorrelieve con una o dos figuras de volúmenes poderosos que llenan todo el campo del lienzo, hasta el punto en que, a veces, la cabeza se corta por el borde superior.
ORGULLOSA DE SUS AMORES FEMENINOS
Nunca ocultó sus amores femeninos, pese a casarse dos veces, como muestran varias obras en las que homenajea las relaciones lésbicas, entre ellos, Sa tristesse (1923) o La hermosa Rafaela (1927).
En otro de sus cuadros más famosos, Las muchachas jóvenes (1930), refleja sin tapujos a dos bellas chicas unidas en un sensual abrazo, recostadas sobre un fondo de rascacielos de Nueva York.
En sus últimos años, su pulso ya no era tan firme, pero seguía pintando, muchas veces versiones de sus obras anteriores, como es el caso de Las dos novias V, que pertenece a su última época, los años 1972-80.
Tamara murió mientras dormía, el 18 de marzo de 1980. Siguiendo la voluntad de la artista, su hija Kizette esparció sus cenizas en el cráter del volcán Popocatépetl.
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