domingo, 20 de agosto de 2023

Mi cumpleaños en 2023: escapada a Coimbra

Mi cumpleaños en 2022

Mi cumpleaños en el monte Fuji


Hoy, día de mi entaitantos cumpleaños, paseo por las calles de la bella ciudad de Coimbra, en el vecino Portugal, en un meteórico fin de semana pensado para celebrar, despacio, el nuevo año. Admiro las fachadas cargadas de historia, me gustan incluso las empinadas cuestas de este núcleo universitario.

Me deleito con la cadencia del idioma portugués, que tan bien suena en el fado, trato de disfrutar de la comida y bebida como si no engordaran, agradezco, en fin, el buen trato que me ha dado el tiempo, con sus altibajos, claro, ninguna existencia madura como la mía es ajena a los sobresaltos.

La sombra del tiempo en Coimbra (Portugal).

Los sobresaltos que pesan para mí son los relacionados con la salud, y en particular, las ausencias que asesta la muerte, las más dolorosas, la de mi padre y las de mis abuelos, rostros y nombres que ya no me acompañan.

El mismo día que nacía yo entre llantos, pero el año anterior, se marchó mi abuelo materno, José Mérida, a la muy temprana edad de 56 años. Mi madre, la pobre, llora todos los 20 de agosto, y no precisamente de alegría. Mi llegada al mundo nunca ha borrado el dolor por la muerte de su padre.

La siguiente en dejarnos fue mi abuela paterna, Josefa Rodríguez, que se fue en 1972 con 65 recién cumplidos. De ella me quedan pocos recuerdos, y algunos sé ahora que son inventados, pero me legó su amor por las rosas, su gusto por las alcachofas y su devoción por los lirios morados. 

A mi abuelo paterno, Pedro Montero, le dijimos adiós en 1980. Tenía 78 años y vivía ya algo enfermo en Bilbao, ciudad a la que nunca se acostumbró, tan distante en kilómetros como en clima de su Andalucía y Málaga natales. 

Mi abuela María, en los años 80, en las cuevas de Nerja.


Decir adiós a mi abuela materna, María, fue un proceso largo y realmente doloroso. Mi infancia está unida a su madurez y vejez. Con ella crecí, en su casa me refugiaba de adolescente a estudiar y fumar, me gustaba verla cocinar, tenía la piel suave como la de un bebé, el abundante pelo entre blanco y gris sujeto por un par de ganchos a cada lado de la cabeza. Cruzaba las piernas al sentarse y se mecía en la butaca con parsimonia. Se fue en 1997, el día de Nochevieja, sin llegar a cumplir los 84 años.


Varios tíos y primos se han ido en los últimos 15 años, pero aun así, me sentía afortunada por conservar con salud a tantas personas queridas.



Miguel Montero, mi padre, en mayo de 2021, cuatro meses antes de fallecer.


Esa fortuna se quebró el 19 de septiembre de 2021, cuando en unas pocas horas, me quedé sin padre. Años temiendo un desenlace fatídico (en 2011 se le rompió, literalmente, un trocito de corazón), y Miguel Montero se nos fue cuando mejor parecía estar, después de haber vivido una pandemia en soledad y haberse recuperado de un atroz herpes zóster.


Fue toda la vida un hombre con gran fortaleza física, se jubiló seis meses después de los 65 porque nació el día de san Miguel de 1937 pero lo inscribieron en el registro en marzo de 1938. Después de jubilarse, trabajó diariamente en sus tierras de campo hasta casi los 80 años. 


Mi padre tenía muchas ganas de vivir. La noche anterior a la mañana en la que el ictus masivo lo fulminó, estaba haciendo planes para viajar y recordando cuando él y su hermano Pepe, siendo niños, buscaban en la sierra del Torcal espárragos silvestres que luego vendían en Antequera. Él tenía diez u once años. Con parte del dinero compraban un chusco de pan y si había suerte, una onza de chocolate, y eran los niños más felices del mundo.


Diez días antes de que celebráramos sus 84 cumpleaños, mi padre se desplomó, sin ya recuperar la conciencia, el 18 de septiembre de 2021 sobre las 11 de la mañana. Era sábado. Durante las horas siguientes, la sanidad pública hizo lo indecible por recuperarlo. Fue imposible, y por la noche lo desconectamos. Expiró en la madrugada del 19 de septiembre. Diez días antes de celebrar su cumpleaños de verdad, no el que figura en el carné de identidad.

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