domingo, 9 de octubre de 2022

Viaje por Dinamarca 2022 (II): Skagen y museos vikingos

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Del 2 al 5 de julio de 2022, junto a mi habitual compañero de aventuras vital, disfruté cuatro días por la costa suroeste sueca, y la siguiente etapa del viaje nos llevó a cruzar el mar hasta Dinamarca.


Miércoles, 6 de julio de 2022: En barco hacia Skagen

El miércoles nos despertamos a las 6:00 horas, cogimos el coche y llegamos en seguida al puerto de Gotemburgo, donde embarcamos en el transbordador Stena Line hacia Dinamarca. Fuimos de los primeros en meter el coche en la bodega del ferry, lo que nos permitió coger dos estupendas hamacas en la terraza-mirador acristalada del último piso. Para desayunar, Coca-Cola y muffins viendo el mar. 


La travesía entre la ciudad sueca de Gotemburgo y la danesa de Frederikshavn dura tres horas y media (salimos a las 8 y atracamos a las 11:30) y el billete para dos pasajeros con coche cuesta 120 euros. En el barco solo se puede pagar con tarjeta y no hay roaming.


Nada más poner pie en Dinamarca, enfilamos la carretera hacia Skagen, la ciudad que más me interesaba de todo el viaje. Habíamos reservado en el Hotel Skagen, en pleno centro, a dos pasos de las casas y estudios de los pintores de esta colonia artística, situada al norte de la península de Jutlandia y que floreció entre finales del siglo XIX y comienzos del XX.


Tras un breve paseo hasta el Museo de Skagen para comprar el billete conjunto, fuimos a la vecina terraza de la casa-museo de Michael y Anna Ancher donde tomamos una cerveza mientras esperábamos que nos dieran la habitación de hotel. Después paseamos hasta el puerto y se nos antojó comer en la terraza del restaurante de pescado Skagen. Una gran elección: ensalada de langosta y un plato degustación con un montón de gambas, que les encantan a los daneses y las sirven en todas partes. 


'Tarde de verano en la playa sur de Skagen' (P.S. Kroyer, 1893).


Visitar el Museo de Skagen fue tan magnífico como esperaba. Me encantó el edificio, moderno y ampliado pero conservando salas y objetos que usaron los pintores de Skagen, como el comedor de madera del Hotel Brondum, que fuera propiedad de los padres de Anna Ancher y embrión de esta colonia, de estilo impresionista, cuyo artista más famoso es Peder Severin Kroyer (1851-1909). Algunos de sus cuadros recuerdan a Sorolla.


La colección del museo es pequeña pero variada y muy interesante, con numerosas pinturas de Anna Ancher (1859-1935) y de su marido, Michael Ancher (1849-1927), la pareja de pintores a cuyo alrededor se formó el grupo pictórico. Tuvimos suerte de ver la exposición temporal Kroyer en París.


Al terminar la visita museística, comenzaba a llover, y después del madrugón y de la comida tardía, decidimos irnos al hotel a descansar… y ya no salimos.


Jueves, 7 de julio: Skagen 

Desayuno copioso en el hotel, abusando de los quesos, panes y huevos, que para eso están las vacaciones. La primera visita fue la casa-museo de los Ancher, que recorrimos casi con reverencia. Las paredes y salas están repletas de cuadros originales y de los objetos que usaban, en su vida cotidiana y en su pintura. Aquí vivió el matrimonio casi 50 años con su hija Helga. Esta casa fue escenario de cuadros como Hip hip Hurra! de Kroyer, que hoy se exhibe en Gotemburgo.


De allí fuimos a ver el estudio de pintura que utilizaba Kroyer, en el antiguo jardín del hotel Brondum, que ahora forma parte del museo y al lado del cual hay un amplio café con terraza. A continuación, vivimos la aventura de encontrar las tumbas de los Ancher y de Kroyer, primero dando una larga caminata hasta un lejano y antiguo cementerio, y después regresando al pueblo, casi en el centro, que es donde están los enterramientos.


Una señora que limpiaba una tumba nos indicó dónde encontrarlos, ya que no hay señal alguna de la calle o la sección. En tumbas contiguas reposan Kroyer, Michael y Anna Ancher y su hija Helga.

Aunque estábamos bien cansados, fuimos también a la casa del poeta y pintor Holger Drachmann, que se visita por dentro, y buscamos la que habitó Kroyer, que hoy alberga una empresa inmobiliaria y no está abierta al público. De regreso al puerto, comimos de nuevo en el restaurante del día anterior; esta vez, un sándwich típico de Skagen (tostada de gambas con mayonesa), ensalada de pulpo y mejillones.


La tarde estaba reservada para ir hasta la Punta de Grenen, la más septentrional de la península danesa de Jutlandia, situada al norte de Skagen y todo un espectáculo porque allí chocan las olas del mar del Norte y del mar Báltico. Desde el parking público, el recorrido más pintoresco es ir andando por la arena de la playa, dejando atrás el búnker de la II guerra mundial y el faro. Merece la pena la caminata por meter los pies en ese cruce de aguas, la unión de dos mares. Hay que calcular algo más de una hora para ir y volver. Al regresar al parking, compramos algunos regalos y bebidas en la tienda. Una señora nos pidió que la lleváramos, a ella y a sus dos hijos, en coche hasta Skagen.


Como broche de oro de ese día en Skagen, condujimos hasta la cercana playa de Gammel, donde lugareños y visitantes suelen acudir a contemplar la puesta de sol. Hacía frío y aire, mucha gente con abrigos e incluso mantas, sentados en los bancos de la plaza y otros en la arena o paseando por la orilla del mar. Pasamos hora y media viendo desaparecer el sol mientras tomábamos café y churros comprados en el único chiringuito de la plaza. Cerca de las once, y con el cielo todavía parcialmente iluminado, regresamos a Skagen. La ciudad estaba desierta, los bares y restaurantes cerrados con excepción de un pub con música en directo.


Esa noche aún nos reservaba una sorpresa: sobre las doce y media nos dispusimos a entrar en el hotel, que por supuesto estaba cerrado, aunque nos habían dado una llave para abrir la puerta de la calle. Nosotros entendimos la puerta principal, pero no, y ya casi desesperados probamos otras dos puertas, una de las cuales sí se abría.


Viernes, 8 de julio: Aarhus y Odense

Nos despedimos de Skagen con un copioso desayuno en el hotel y salimos temprano hacia Odense, capital de la isla de Fionia, en busca de otra colonia de pintores.



La primera parada fue la ciudad de Aarhus, cuya catedral no nos 
pareció gran cosa, sin embargo, muy cerca hay un pequeño museo vikingo, gratuito, con pocas obras pero interesantes paneles y vídeos explicativos de cómo vivía este pueblo de feroces marineros. Lo más interesante fue encontrar una espectacular terraza-mirador de los almacenes Salling, con vistas 360 grados desde la que se observa toda la ciudad, con moderna y espectacular arquitectura, bar, música en directo, restaurante, amplios espacios para sentarse y en general, pasar el rato descansando. Camino del parking, visitamos la iglesia de Nuestra Señora, que tiene la cripta más antigua de Dinamarca, de la época vikinga, y un claustro exterior.



Nos detuvimos luego en el sitio vikingo de Jelling,
 Patrimonio de la Humanidad, formado por dos montículos funerarios de 70 metros de diámetro y hasta 11 metros de altura, casi idénticos. Entre ellos, se construyó una iglesia blanca con dos grandes piedras rúnicas; una es una declaración de amor del rey a su esposa; mientras que en la otra se puede leer “El rey Harald ordenó construir este monumento en honor a Gorm, su padre, y a Thyra, su madre; el mismo Harald que para sí conquistó toda Dinamarca y Noruega, y a los daneses hizo cristianos”, la inscripción muestra la conversión vikinga del paganismo al cristianismo, y es, además, el primer testimonio escrito donde aparece el nombre de Dinamarca.


En el centro de interpretación muestran cómo era el mundo vikingo hace mil años, con videos y maquetas, todo interactivo. Tiene una magnífica terraza con una vista única sobre los monumentos. 


Salimos de Jelling rumbo a Odense, allí encontramos el apartamento (en las afueras y de autochecking) sin problema, y a los pocos minutos ya conducíamos hacia el centro de la ciudad. El parking subterráneo más conveniente está justo al lado de la catedral y es barato. Sitio ideal para pasear hasta la casa de Hans Christian Andersen, cerrada a esas horas, pero con luz natural suficiente para hacer fotos y vídeos.


Quisimos cenar en un restaurante en la plaza del ayuntamiento, pero la cocina estaba cerrada, así que paseamos un rato hasta dar con una calle repleta de sitios y elegimos una brasserie que fue un acierto. A destacar un plato típico que es una especie de rissotto de guisantes. 

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