Viaje a Francia 2021: Bretaña y Mont-Michel
Las gárgolas que
adornan las torres y fachadas de las catedrales góticas francesas son célebres,
en especial las de París, y entre éstas, las de Nôtre-Dame, catedral
que permanece cerrada y en obras a raíz del incendio que casi la devoró el 15 de abril de 2019.
La fama
de estas monstruosas y a la vez entrañables gárgolas se debe sobre
todo al escritor Víctor Hugo (1802-1885) y a su jorobado Quasimodo. Son
seres mitológicos de aspecto grotesco, a menudo amenazante, que el arte
gótico esculpió en piedra para adornar las torres y tejados de las
iglesias, sirviendo para cubrir los canalones. Yo las he admirado de cerca en numerosas
catedrales, y a las torres de Notre-Dame, en particular, he subido cuatro
o cinco veces: la primera hace treinta y dos años, en mi primera
visita a París, y la última, en 2013 en una breve escapada.
París,
Nôtre-Dame y su Galería de las Quimeras llevan más de 850 años siendo testigos
del engranaje del tiempo. Ya desde la Edad Media, las gárgolas se
convirtieron en un material suculento para la imaginación de los artistas
picapedreros, que extremaron el ingenio para producir monstruos cada vez más
refinados, mitad humanos mitad animales, ya fuera dotados de pezuñas, garras,
picos extremos, alas y plumas descabelladas, cuernos o barbas imposibles. Así,
estos elementos escultóricos, que debían atemorizar al entrar en los
lugares sagrados, han acabado siendo unas criaturas tan amadas y fotografiadas
como los propios rosetones o los deambulatorios de las iglesias.
En las torres de Notre-Dame hay dos que siempre han acaparado la atención de los turistas, por lo bellas que son y el lugar prominente que ocupan, asomadas al vacío: la pensativa y la que recuerda a un macho cabrío. Mientras la primera infunde sosiego, la segunda transmite la sensación de alerta, con su postura de vigía, claramente a la defensiva.
Hay muchas otras gárgolas que merecen una observación pausada. Entre las talladas en forma de ave, hay una que lleva una especie de velo que recuerda el de las monjas. Otra se asemeja a un ave feroz y está plantada sobre el filo del tejado, al que se aferra con sus poderosas garras.
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