domingo, 14 de noviembre de 2021

Polémica novela: 'La mujer nueva', de Carmen Laforet

(Más sobre Carmen Laforet y un poco más aquí)


Con su debut literario, Nada, la escritora Carmen Laforet (1921-2004) asombró a crítica y público, además de ganar el primer premio Nadal. Parecía que su carrera literaria era imparable, y quizá por ello, cuando publicó su segunda novela, La isla y los demonios, tuvo una acogida mediocre, y con su tercera novela, La mujer nueva, recibió feroces críticas. En cuanto salió de la imprenta, en 1955, Laforet fue tachada de pacata, corta de miras, conservadora y hasta hipócrita.

¿Es tan mala o mediocre La mujer nueva, vista con ojos del año 2021? En esta obra, Laforet traza un retrato de la condición femenina en la España de posguerra, dotándolo de indudables tintes feministas que, sin embargo, chirrían y quedan ensombrecidos por la transformadora experiencia religiosa que la escritora hace vivir a la protagonista del libro, y que parece dar al traste con los iniciales intentos de modernidad. 

La protagonista, Paulina Goya, es una mujer de mediana edad que se independiza tras separarse de su marido; logra demostrar que es capaz de valerse por sí misma y de hacerse cargo de su hijo; mantiene una apasionada relación amorosa; y mientras intenta hallar la paz interior y descubrirse a sí misma, descubre que cree en Dios. Todo ello, en el marco de la España gris de los años cincuenta del siglo XX. 

La crítica vio en el personaje de Paulina un trasunto de la peripecia vital de la propia Laforet, y pese a que se trataba de una novela compleja, fue muy zarandeada. El año después de su publicación, La mujer nueva recibió el premio Nacional de Literatura, a pesar de la mala acogida que tuvo entre la comunidad literaria y en la prensa. Sin embargo, la autora no se repuso nunca del sentimiento de decepción.

Para mí, La mujer nueva es una novela típicamente laforetiana: se lee con gusto, sorprende, agrada o incomoda, pero no deja indiferente. A ello contribuye el narrador, omnisciente, que sigue a los personajes en sus devaneos, en sus labores cotidianas, en su relación con la familia o a solas consigo mismos. En la segunda parte, el narrador ve con los ojos de Paulina, cambiada, quizá demasiado cambiada, irreconocible tras su experiencia espiritual.

Sí debo confesar que, para mí, es tan difícil encajar la experiencia religiosa en la vida de Paulina, como si la transformación se hubiera debido a un encuentro paranormal o por contacto con un chamán. 

Con todo, esta novela merece ser leída y disfrutada, porque la trama y las reflexiones que desencadena son hoy tan actuales como entonces. Y, respecto al paño de mojigatería que la cubre, ¿para qué sirven los libros si no es para conectar emociones y practicar el espíritu crítico?  



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