(Más poesía: J.M. Triper y Luis Fermín Moreno)
Firma invitada, Luis Fermín Moreno
Hay seres que ven el
mundo con ojos poéticos. Juanjo Carracedo (gallego de Madrid, 1975) es uno de ellos. No es que escriba
versos, que es algo que ya sabíamos, sino que
entiende la vida a través de la poesía, como se puede comprobar en …Del cielo bajan (Celesta, 2021), su primer poemario publicado hace apenas
dos meses.
Pero Carracedo las
transforma de una manera profunda y, sobre todo, personalísima para contar la
vida cotidiana (el paso de los días, las tareas caseras o las clases en el
instituto) con una sensibilidad que le hace captar momentos que la mayoría no
somos capaces de ver. Valga como ejemplo este poema:
CLASE VACÍA EN VIERNES TARDE
Acabo de mirar a la izquierda
y la ventana
de siempre
se mueve
con unos versos ahora,
con un cielo partido en dos luces,
con una oración de tránsito
al mundo
de siempre
por atardecer
para empezar el lunes
de nuevo.
Podrían parecer versos ensimismados, pero nada más lejos. Escribir poesía es asumir riesgos porque los poemas, si son sinceros, enseñan tus debilidades y te dejan desnudo frente al mundo. Juanjo es muy consciente de ello, y no se limita a hablar de sí mismo.
Los poemas
están salpicados de un “tú” que interpela constantemente al lector. Un “tú”
–singular o plural- al que a veces declara su amor y al que muestra sus dudas,
su sed de conocimiento, su temor de quedarse a medias. Y en la palabra, en
el encuentro con ese “tú”, que acaba convirtiéndose en un “nosotros”, encuentra
su asidero:
SOLEDAD
Y si no hay espejos
arréglate con verte a medias
o a tres cuartos
con buena voluntad
arréglate igualmente
el pelo
que si llueve
cualquier charco es bueno
para hablarte de peinados
y ofrecerte un tú completo
Hasta que pueda yo volver a reflejarte.
CON NOSOTROS
Me estás oliendo
a campo abierto
y te me caes
del cielo oscuro
una noche cualquiera
estás
entre estas letras
encendidas
y entendidas en tu cuerpo
están
sentadas en el suelo con nosotros
las canciones húmedas
que dejaste
en primavera…
y me estás
sabiendo a sueño.
Aunque nuestro poeta sabe que nunca quedará satisfecho. Y cierra el libro
con esperanza, pero también con la aceptación
de que la búsqueda no termina. Porque cada primavera tiene su Pascua, no hay
más remedio que seguir escribiendo, obstinadamente:
PASCUA
Y ahora que el silencio
de noche
vuelve a oler a primavera
no me huelen igual las manos
tersas ya de un sol a voces.
Lo cual augura, para
nuestro deleite, poemas futuros.
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