(Viene de Las 'Mujercitas'... reinan en el cine (I))
Las
distintas versiones cinematográficas de Mujercitas se parecen más entre sí,
que a la novela de Louisa May Alcott propiamente dicha; en parte debido al gusto y las convenciones
del público de cada época, y en parte porque las más de 500 páginas del libro
original contienen material como para filmar varias películas.
Lógicamente,
la estética del cine no puede ni debe reproducir la de la novela, aunque hay
ilustraciones del libro que han servido para configurar ciertos
pasajes de las películas, como la famosa escena del día de Navidad, cuando la madre
lee la carta del padre que está en la guerra. Una ilustración de Frank Merrill
para la edición de 1880, editada por los Hermanos Brothers.
O el dibujo que muestra a Jo March mientras escribe, que es de las imágenes más exitosa hechas para Mujercitas en la edición de los Hermanos Roberts del año 1869. Igualmente clásica es la ilustración de Henry
C. Pitz’s, de 1967, con Jo y Beth en la orilla del mar.
Las divergencias entre la novela y las adaptaciones al cine son inevitables. La autora, Louisa May Alcott, dedica por ejemplo en la segunda
parte del libro numerosas páginas a la vida conyugal de Meg y John. Para
Alcott, el matrimonio no era precisamente un cuento de hadas y quizá por ello trata las dificultades
de la joven pareja sin concesiones sobre el fondo, pero con una buena dosis de
humor.
A diferencia de la novela, las
películas sostienen la ficción de que el matrimonio es el último acto de la
vida, antes de la muerte. Las tres primeras adaptaciones terminan con la
entrada del profesor Friedrich Bhaer, el
futuro marido de Jo, en la casa de los March, y eluden el último capítulo del
libro, en el que la autora narra las tribulaciones de la familia hasta el
sesenta cumpleaños de la madre.
Sobre el tratamiento
cinematográfico de la relación entre Jo March y el profesor, ha escrito en
estas páginas el periodista y poeta Luis Fermín Moreno (@fathermarch), cuyas palabras reproduzco, porque yo no sabría decirlo
mejor.
Firma invitada:
Luis Fermín Moreno
Las películas ponen el acento en
las aventuras prenupciales de los personajes, con lo que algunos anacronismos
se hicieron indispensables desde la primera versión. Por ejemplo, en las tres
películas, Jo va a la ópera sola con el profesor Bhaer, mientras que en la
novela les acompaña, lógicamente, una carabina. Todas las películas dan
al flirteo entre Jo y su futuro marido una tonalidad más erótica que la
novela. No hay película sin intento de beso y es en la reticencia al
beso donde se halla la referencia a las rígidas costumbres victorianas. En este
aspecto, hay una diferencia de grado, que no de naturaleza, entre las distintas versiones.
La actual Orchard House se conserva casi idéntica a como era en la época en que Louisa May Alcott vivió en ella y donde transcurre su novela 'Mujercitas'. |
Un cambio estándar aportado por
el cine a Mujercitas concierne a la cronología del
acercamiento entre Jo y el profesor. En el libro, Jo va a Nueva York para evitar la declaración
de amor de Laurie. Presintiendo que éste no es el marido que necesita, ella
intenta evitar la pena a su amigo. Desde su llegada a la casa de la señora
Kirke, Jo se interesa por el intelectual alemán que vive allí. Cuando deja Nueva
York para pasar el verano con su familia y Laurie le pide matrimonio, ella lo
rechaza con pleno conocimiento de causa pues el encuentro con Bhaer le confirmó
las aspiraciones confusas que sentía desde antes.
En cambio, en las adaptaciones
fílmicas Jo parte a Nueva York para consolarse de haber roto el corazón de
Laurie. Las otras
pruebas sufridas por Jo (la decisión de tía March de llevar a Amy a Europa en
su lugar, el declive de la salud de Beth) se asocian así en general a su
estancia neoyorquina y provocan una conclusión abrupta. Las películas insisten
en la vulnerabilidad de la joven provinciana y concentran en su estancia en
Nueva York todo el marasmo que la Jo de la novela vive mucho más prosaica y
triste en Concord durante los meses previos y posteriores a la muerte de Beth.
De adaptación en adaptación, el
profesor Bhaer se convierte en un hombre cada vez más seductor. Mientras que en la primera
versión el actor Paul Lukas componía un profesor enternecedor pero ridículo, en
la segunda Rossano Brazzi encarna
a un relamido.
Por su parte, el Bhaer de los
años 90, interpretado por Gabriel Byrne, es guapo, artístico y
viril. ¿Por qué esta evolución? La novela Mujercitas se
publicó en dos partes, en años consecutivos. Los lectores de la primera parte
querían que Jo se casara con Laurie, y aunque Alcott, que se negaba al
principio, acabara casando a su heroína, Bhaer siempre fue un intruso a ojos de
los fans del libro. Pero como a Hollywood le gustan las parejas
chispeantes, la imagen del profesor mejora en cada película. La tercera
versión exagera proponiendo al irresistible Byrne, pero al menos es la primera
vez que vemos al personaje como lo ve una Jo que se derrite de amor.
Versión fílmica de 'Mujercitas' con Winona Ryder como Jo March y Gabriel Byrne como el profesor. |
Examinar con lupa las
adaptaciones de una obra literaria conduce inevitablemente a revelar mil
divergencias que al lector le parecen gratuitas o irritantes, rara vez
excelentes. En el caso de Mujercitas, que no perderá nunca
su engañosa etiqueta de libro para niñas, el mayor peligro de una adaptación es
caer en el sentimentalismo y, en cada intento, hay que temer lo peor.
Dos de las tres versiones supieron evitarlo y encontraron soluciones
inteligentes para explicar en imágenes la saga de las hermanas March.
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