lunes, 1 de julio de 2019

La 'Ilíada' o la cólera de Aquiles, el héroe que lucha para ser inmortal

(Más sobre Grecia aquí y aquí)

En dos semanas estaré de nuevo pisando suelo griego: el Peloponeso, Macedonia, el norte abrupto, la costa este, la Atenas de Pericles que fue asombro en el siglo V A.C. y la de la troika, en años mucho más recientes. Y para ir entrando en calor estoy leyendo y releyendo sobre esta tierra mítica donde se fraguó, se cantó y se transmitió de forma oral durante siglos una de las obras maestras de la literatura: la Ilíada, atribuida a Homero (siglo VIII a.C.)

Aquiles, héroe de la guerra de Troya que
narra la 'Ilíada' (Homero, s. VIII a.C.)
.
La Ilíada es una epopeya guerrera compuesta hace casi treinta siglos, con un lenguaje y un estilo llenos de vigor, unos diálogos vivaces, unos personajes míticos y unas aventuras donde se mezclan hombres mortales y dioses inmortales. El gran héroe de esta obra es Aquiles, a quien un adivino pronosticó que los griesgos solo podrían vencer en la guerra de Troya si él participaba, pero que fallecería durante la contienda. Lo dicen los libros de texto y los críticos literarios: la Ilíada es y se lee como una gran novela de la condición humana, del drama del hombre en el universo, de la tristeza de saberse mortal cuando la vida es tan bella.

Casi todos recordamos el argumento sucinto de este poema épico: los griegos, liderados por el rey Agamenón, luchan contra Troya (sí, la del caballo) con el objetivo de rescatar a Elena, con quien Paris (hijo del rey de Troya, Príamo, y hermano de Héctor) se había fugado, robándosela a Menelao (hermano de Agamenón).


Apolo, dios de la música y la poesía.
Esta peripecia de cuernos hubiera quedado en un pueril juego de imberbes si no hubiera dividido al Olimpo: mientras el dios Apolo respalda a los troyanos, las diosas Hera y Atenea apoyan a los griegos. Y claro, el padre de todos los dioses, Zeus, acaba teniendo hijos y nietos en cada uno de los dos bandos.

La guerra de Troya no es una simple guerra donde combaten buenos y malos; es una lucha entre hermanos enemigos (o enemigos fraternales). Y así sucede en los tres escenarios donde se desarrollan los eventos: el campo de las tropas griegas, el de las fuerzas troyanas y el Olimpo. Aunque con una enorme diferencia, crucial: a ras de suelo, el combate entre los hombres es y se vive como trágico (la muerte de Patroclo, la cólera de Aquiles, la venganza sobre Héctor, el dolor de Príamo…), pero en el Olimpo se halla un Zeus inmisericorde, que contempla las atrocidades como si presenciara un drama cómico.

Los  héroes de la Ilíada se saben mortales; ese es su drama y la razón por la cual parten sin cesar a hacer la guerra, puesto que únicamente el heroísmo en el campo de batalla les proporciona la eternidad que ansían. Una eternidad que conquistan gracias a los poetas, a sus cantos, a sus recitados, como el del propio Homero. 
Aquiles venda el brazo de Patroclo (cerámica griega
de figuras rojas del Museo Estatal de Berlín).

La Ilíada también puede leerse como la crónica de la caída y la redención de Aquiles, un héroe tiránico y tiranizado por sus emociones, que no soporta la frustración.


Aquiles mata a Héctor después de que éste asesinara
 a su amado Patroclo (La 'Ilíada', de Homero).

Tras la muerte por error de su amado Patroclo a manos de Héctor, Aquiles desencadena toda su crueldad contra el propio Héctor, al que no solo mata en combate sino que, una vez muerto, destroza arrastrándolo por el suelo y negándose a entregar su cuerpo a su padre, el rey Príamo. Al final, el anciano rey logra aplacar la rabia de Aquiles y que este le devuelva el cadáver de su hijo.

Esta epopeya inmensa que es la Ilíada, más grande que los propios héroes y dioses a los que da cobijo, nos habla a los humanos del siglo XXI con la misma voz, energía y sentimiento que a los mortales de los últimos treinta siglos: nos habla de valor, furor y valentía, pero también de piedad, de humildad y de amor por la vida de unos seres cuya condena es, precisamente, el drama de saber que nacieron con fecha de caducidad. Que ellos, como nosotros, somos mortales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario