lunes, 5 de noviembre de 2018

Viaje a Canadá (V) y EEUU: Búfalo, Niágara y últimos días en Canadá


(1ª parte Montreal, 2ª parte Quebec, 3ª parte Toronto, 4ª parte Concord y Boston) 

Orchard House (Concord, EEUU), bañada por la luz
a primera hora de la mañana (agosto 2018).
Viernes, 3 de agosto. Nos despedimos de CONCORD temprano pues ese día tocaba ponerse en carretera para viajar de vuelta a Canadá, pero antes paramos a decir adiós a la todavía cerrada Orchard House. El plan original era hacer el viaje hasta Toronto en una jornada, pero el cansancio pudo más y decidimos dormir en BÚFALO (llevábamos recorridos unos 700 kilómetros). Reservamos en el motel University Manor Street que se anunciaba como céntrico, y de hecho estaba en la calle principal, pero claro, las ciudades americanas son inmensas, calles larguísimas, edificios bajos, casas con porches, jardines… Así que estaba céntrico, pero a veinte minutos en coche del centro “real”.

Museo Albright Knox (Búfalo, EEUU).
Tras coger la habitación nos fuimos directos al museo Albright Knoxque abría gratis hasta las 22 horas por ser primer viernes de mes. Un museo pequeño y muy agradable, con valiosas obras de Cézanne, Ensor, Seurat, Van Gogh o Dalí. Tras el museo fuimos a la zona de ocio nocturno y cenamos en una taquería. Todo el barrio parecía más Nueva Orleans que la idea que yo tenía del norte de Estados Unidos. Vimos muchos coches de policía con sirenas y seguratas en todos los bares.

Al llegar al parking del motel, una mujer fumaba apoyada en un coche (luego vimos que era chófer), una pareja mayor (debían ser los dueños) charlaba en la recepción, unos jóvenes bajaban a llenar la cubitera de hielo (tuvimos cubiteras y cafeteras en todas las habitaciones de hoteles en Canadá y EEUU) y una jauría de mosquitos picoteaba la luz en la puerta de las habitaciones. Como en las películas.

Cataratas del Niágara (parte de EEUU).
Al día siguiente, sábado 4 de agosto, desayunamos deprisa (café, fruta y cruasanes) y nos acercamos hasta las cataratas del NIÁGARA, frontera natural entre Estados Unidos y Canadá. Las vimos desde la parte estadounidense: sin Marilyn Monroe pero rodeados de cientos de turistas llegados de todo el mundo. Hicimos cola para subir hasta el mirador verde desde el cual se aprecia una envidiable vista panorámica de los saltos de agua, y también se coge el ascensor para bajar al pie de las cataratas.


Torre mirador en las cataratas del Niágara.
Nosotros decidimos no subir en el barco ya que había que hacer bastante cola. El día era caluroso, todavía teníamos que cruzar la frontera y llegar hasta Toronto. Así que nos entretuvimos observando durante un rato el ir y venir de los barcos y cómo se movían los puntitos azules de los chubasqueros de los visitantes del lado estadounidense. Los turistas que van en barco en la parte canadiense llevan chubasqueros de color rojo.


Visitantes al pie de las cataratas del Niágara.
Ingresamos en Canadá por la frontera del puente Rainbow, de forma mucho rápida, fácil y barata que cuando, días antes, habíamos cruzado a EEUU (los guardias estadounidenses nos habían parado, fotografiado, tomado las huellas y nos cobraron 50 dólares). En la aduana canadiense únicamente nos preguntaron si transportábamos alcohol o mucho tabaco. Cuando llegamos a Toronto a casa de nuestros amigos caía la tarde y nos esperaba una rica cena y una muy agradable conversación. 

Los siguientes tres días en TORONTO nos los tomamos con más tranquilidad. El domingo, 5 de agosto, paseamos por la bahía, visitamos la galería de arte The Power Plant, comimos en una hamburguesería, vimos el estadio de los Toronto Blue Jays... y descansamos hasta el atardecer, cuando fuimos de pícnic a High Park. El día siguiente estaba reservado para una excursión en coche con nuestro amigo a las cataratas del Niágara. Pero ese lunes, 6 de agosto, era fiesta oficial en el Canadá anglófono, así que había tanta gente queriendo ver las cataratas que ni siquiera pudimos aparcar. En su lugar, fuimos al cercano pueblo de Niagara on the Lake, bonito y pintoresco. 

Galería de Arte de Ontario (Toronto), diseñada
por el arquitecto canadiense Frank Ghery.
El martes, día 7, yo quería visitar la Galería de Arte de Ontario, cuyo edificio diseñó Frank Ghery y con una interesante colección de obras europeas, modernas y contemporáneas. Me gustó mucho el díptico de Andy Warhol sobre Elvis Presley y el arte indígena. En la tienda del museo compramos camisetas con diseños de artistas de las primeras tribus. Para comer elegimos Chinatown y luego tomamos café y deambulamos admirando fachadas y comercios. Toronto es una ciudad realmente multicultural donde se puede hallar queso manchego en St. Lawrence Market y un edificio calcado al Flatiron neoyorquino junto a mansiones de arquitectura europea.



Esa tarde fuimos en ferry hasta el parque de la isla de Toronto, paseamos bajo la amenaza de tormenta y nos refugiamos de la lluvia en una taberna. Cogimos el último barco de regreso y, antes de zarpar, la tormenta ya descargaba au fuerza, pero eso fue nada comparado con la tromba de agua que cayó sobre la ciudad durante más de dos horas y que dejó trenes parados, túneles inundados, cortes de electricidad... Esos problemas seguían a la mañana siguiente, cuando en nuestro camino a la estación de tren Union Station nos desalojaron del metro y tuvimos que caminar bajo la lluvia hasta que, por suerte, encontramos un taxi.

Llegamos a MONTREAL al atardecer con tiempo suficiente para ir a cenar. De nuevo estábamos en la parte francófona de Canadá, nos alojamos en el mismo hotel, el Saint Denis, en pleno barrio Latino, y fuimos en metro a cenar a la zona del Vieux Montreal. Dimos un agradable paseo de regreso al hotel, temprano, porque el día siguiente era el último que pasaríamos en Canadá y queríamos aprovechar el tiempo.

Barrio de Saint Denis (Montreal).
Comenzamos la mañana del 9 de agosto dando un largo y espléndido paseo por el barrio de Saint Denis, lleno de calles con cientos de restaurantes y decenas de cines, teatros y galerías que recuerdan al Quartier Latin de París. Ideal para pasear entre el río San Lorenzo y el Plateau Mont Royal


Fachadas de porte señorial en Saint Denis (Montreal).
Me enamoré de las fachadas, del civismo de la gente que pasea en bicicleta o circula en moto, y me encantó el contraste multicultural de esta ciudad, donde se puede encontrar desde un karaoke coreano a un teatro que ha cumplido 50 años dedicado a la representación de la dramaturgia de Quebec.


Museo de Arte Contemporáneo de Montreal, fugaz
escenario del libro 'El juego de la luz'  (Louise Penny).
También me fascinó seguir las huellas de Louise Penny, a la que ya había perseguido cuando visité Quebec. En su novela El juego de la luz (editorial Salamandra), el inspector Gamache asiste en el Museo de Arte Contemporáneo a una vernissage que conducirá a un asesinato en el pueblo (ficticio) de Three Pines (pero esa es otra historia que contaré en otro post).

Nos despedimos de Montreal con un paseo junto al río bebiendo café y echando un último vistazo a la plaza Jacques Cartier, corazón del Viejo Montreal, con su indeleble sabor francés. Nuestro avión de Air Transat despegaba a las nueve de la noche y habíamos disfrutado cada minuto de ese último día en tierras canadienses.

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