lunes, 8 de octubre de 2018

Viaje a Canadá (IV) y EEUU: el Concord de ‘Mujercitas’, Sleepy Hollow, Walden Pond y escapada a Boston


(1ª parte: Montreal, 2ª parte Quebec, 3ª parte, Toronto)

El 1 de agosto amanecimos en Concord bajo un cielo nublado, pero nada podía desanimarnos puesto que estábamos de nuevo en el hogar de Louisa May Alcott (1832-1888), autora de Mujercitas, un clásico de la literatura mundial que este año ha cumplido 150 años. Louisa May es una escritora minusvalorada a la que se tilda de "autora infantil" y algo ñoña. Nada más irreal: fue una mujer comprometida con el sufragio femenino y la abolición de la esclavitud, y escribió bajo seudónimo novelas y relatos sobre temas como el adulterio o el incesto.

Orchard House, casa-museo de la autora de
'Mujercitas', Louisa May Alcott (Concord).
 Esa mañana en Concord, nuestra primera visita fue Orchard House, la casa museo donde Louisa May vivió con su padre, Amos Bronson Alcott (1799-1888), su madre (Abigail May) y sus hermanas Anna y May (Elizabeth había muerto el año antes de mudarse). Fue en el primer piso de la casa, en un pequeño escritorio-estantería que su padre fabricó especialmente para ella, donde Louisa May concibió a sus Mujercitas, las cuatro hermanas March, cuyas vidas tanto se parecen a las de las mujeres Alcott reales.


El 80% del mobiliario perteneció a la familia Alcott
(casa-museo de Louisa May Acott en Concord).
Esta era mi tercera visita a Orchard House y, aun así, el corazón se me encogió al traspasar la valla y caminar por el sendero hasta la puerta lateral de ingreso al edificio. La visita es guiada, en el interior están prohibidos los vídeos y fotos, que sí se pueden grabar en el jardín y en la Escuela de Filosofía, donde daba clases el padre de Louisa May, el pedagogo y escritor trascendentalista Amos Bronson Alcott. La guía nos dijo que la casa no ha sufrido cambios estructurales en el último siglo, salvo obras de restauración. El 80% del mobiliario perteneció a la familia y las habitaciones están como entonces.

Louisa May Alcott (Mujercitas) a los 25 años.
Mantuvo a la familia, fue sufragista y abolicionista.
Visitar Orchard House produce la impresión de entrar en la casa de Mujercitas que se ve en las películas. Para mí, las salas más interesantes son la cocina, el despacho de Amos Bronson, el cuarto de Louisa May y el dormitorio de May Alcott Nieriker (1840-1879), con sus dibujos todavía decorando la pared. May, la más joven de las hermanas Alcott, era una artista de gran talento que resultó ser la primera profesora de arte y quien animó a Daniel Chester French a convertirse en escultor. Y lo hizo bien, ya que French llegó a ser uno de los escultores estadounidenses más aclamados de finales del siglo XIX, autor de la estatua de Lincoln en Washington.

Tumba de Louisa May. Yace en Sleepy
Hollow con su familia, muy cerca de sus
amigos Emerson y Thoreau.
Después de empaparnos de nostalgia, llegamos a la casa de Ralph Waldo Emerson (estaba cerrada), gran amigo de los Alcott y eminente pensador trascendentalista. Luego nos detuvimos a comprar regalos en el museo de Concord y de allí, en coche, hasta Sleepy Hollow, donde están enterrados Louisa May, su padre, madre y hermanas (salvo May), dos sobrinos y un cuñado. Entre árboles y bajo tierra yacen, justo al lado de Emerson, Thoreau y Nathaniel Hawthorne (autor de La letra escarlata). Aunque empezaba a llover, nos acercamos a Old Manse (casa de Hawthorne, que había pertenecido a los ancestros de Emerson), donde compramos un libro sobre las hermanas Peabody, primeras mujeres en abrazar el trascendentalismo y defender una reforma social en torno a 1830. Luego almorzamos en Hellen’s. 

North Bridge (Concord).
Después de comer, cogimos el coche para recorrer lugares vinculados a la guerra de independencia, entre ellos, el Minute Man (obra escultórica de Daniel Chester French) y el North Bridge, donde se vivió el primer día de batalla de la guerra de independencia. A continuación, y a contrarreloj, fuimos hasta Walden Pond, donde fue imposible aparcar (eran casi las siete y el parking cerraba a las ocho) y tuvimos que dar media vuelta, de regreso a Concord, hasta hallar una calle donde aparcar y, otra vez, caminar hasta la laguna ¡más de un kilómetro en cuesta!

Walden Pond, laguna donde se va en busca de la
cabaña de Thoreau y se vive una experiencia vital.
Con cansancio y el atardecer en los talones, nos internamos por los senderos hasta donde Henry David Thoreau construyó su cabaña. Nos bañamos solos en la laguna, el agua estaba limpísima y a una temperatura ideal. Apenas se oían ruidos, ni siquiera pájaros, hasta que por megafonía nos urgieron a salir del agua (el baño se prohíbe a partir de las ocho).

Lápida de Elizabeth Pain (1652-1704).
Inspiró 'La letra escarlata' de Hawthorne.
Al día siguiente, jueves 2 de agosto, cogimos el tren a Boston. También era nuestra tercera vez en esta ciudad y, sin prisas, paseamos por el centro (lleno de obras) y entramos en King's Chapel (primera iglesia anglicana de Nueva Inglaterra) y en su camposanto. El suelo de Boston está lleno de tumbas de gente ilustre: los padres de la independencia Adams, Hancock y Paine están en el cementerio Granary... pero mi favorita yace en King's Chapel, se llamaba Elizabeth Pain (1652-1704) y su vida inspiró La letra escarlata, de Hawthorne. 


Museo Isabella Stewart (Boston).
Nuestra siguiente escala, el Museo de Bellas Artes, nos resultó gratuita con carné de prensa (la entrada normal vale 25 dólares). Tienen una amplia colección de arte contemporáneo, asiático, europeo, americano y mundo antiguo. La pena fue que no pudimos ver La gran ola de Kanagawa ni el Fuji rojo  (Hokusai) porque no los exponían. Muy cerca se levanta el Museo Isabella Stewart Gardner, fundado por Isabella Stewart Gardner (1840-1924), con una colección maravillosa dentro de un edificio que es un palacio con un patio central veneciano. Un oasis de buen gusto, refinamiento y obras de todos los periodos. Solo pagamos una entrada de 15 dólares (con el carné de prensa el otro pasó gratis).

La langosta de Maine es una de las especialidades
que preparan en Quincy Market (Boston).
Tras la visita cultural, nos fuimos acercando en metro hacia la estación de tren para la vuelta a Concord. Antes nos detuvimos en el histórico Quincy  Market, en uno de cuyos locales probamos las ostras y un par de tapas de atún y cangrejo. El mercado estaba a rebosar de gente; algunos turistas, pero la mayoría clientes habituales recién salidos de las oficinas que comían langosta de Maine, uno de los platos más típicos. 

Música en el hotel-restaurante Colonial Inn (Concord).
El regreso a Concord en tren fue plácido: lloviznaba y cuando nos bajamos en la estación nos recibió un brillante arcoíris. Esa última noche en Concord nos despedimos cenando en el histórico Colonial Inn (pastrami y pasteles de cangrejo) con música en directo tocada por un grupo local.

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