(1ª parte en Canadá: Montreal, moderna, elegante, 'europea')
El viernes, 27 de julio de 2018, disfrutamos de Montreal apenas diez minutos, los que tardamos en ir andando hasta la estación de autobuses,
donde desayunamos bagel y cruasanes. No nos arrepentimos de ir en autocar a Quebec, pues los autobuses de Orleans Express son estupendos, tienen wifi, y en poco más de tres horas llegamos al hotel Saint-Paul, frente al viejo mercado.
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El río San Lorenzo y la Ciudad Baja de Quebec desde la explanada del hotel-castillo Frontenac, |
Quebec es una ciudad preciosa, pequeña, llena de rincones encantadores y vistas magníficas. La única ciudad amurallada de Norteamérica, fue fundada por el francés Samuel de Champlain en 1608, y a Francia perteneció hasta 1763, cuando los ingleses la conquistaron. Un siglo después, en 1867, pasó a la Confederación Canadiense. Pues bien, aunque los franceses solo poseyeron la ciudad durante 150 años, hoy día Quebec sigue pareciendo Francia: se habla francés, se come en francés, se bebe en francés, se vive a la francesa.
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Funicular para ir a la Ciudad Alta (Quebec) |
Empezamos la visita en la plaza Real, el epicentro histórico de la Ciudad Baja. Los turistas parecían
hormigas colonizando las callejuelas: unos tras las huellas del fundador Champlain, otros en marcha hacia las llanuras de Abraham. Por toda la parte antigua subsisten (en edificios, plazas y monumentos) huellas del enigmático Champlain, del que no se sabe dónde nació, si era católico o protestante, o cómo trató a los indios que le ayudaron en sus exploraciones.
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Nuestra Señora de las Victorias (Ciudad Baja, Quebec). |
En la plaza Real destaca la iglesia Nuestra Señora de las Victorias, que estaba cerrada, por lo que continuamos hasta la calle Petit Champlain con la idea de subir en funicular. Imposible: una larga fila de personas hacía cola bajo
un sol ardiente. Optamos por comer en una terraza de la
escalinata donde nos supieron a gloria la cerveza, los bocadillos y la ensalada de legumbres.
Tras haber repuesto fuerzas, subimos la muy empinada cuesta hasta llegar a la gran explanada Dufferin, donde se enseñorea el imponente hotel-castillo-fortaleza Frontenac, con vistas espectaculares sobre el río San Lorenzo y la Ciudad Baja.
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Guía del centro Morrin, antigua prisión, college y ahora Sociedad Histórico-Literaria. |
Nos llevamos el pequeño disgusto de que la catedral estaba cerrada, de modo que nos dirigimos al centro Morrin, en cuyo interior está la biblioteca de la Sociedad Histórica y Literaria de Quebec, mundialmente famosa por ser escenario del crimen en la novela de la escritora canadiense Louise Penny Enterrad a los muertos (editorial Salamandra), perteneciente a la saga del inspector Armand Gamache.
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Biblioteca Sociedad Histórica y Literaria. Al fondo, el sofá y arriba el busto del general Wolfe bajo el cual leía Gamache en el libro 'Enterrad a los muertos' (Louise Penny). |
El centro Morrin real se construyó hace doscientos años como prisión y luego fue universidad. Nosotros llegamos
justo a tiempo de efectuar la última visita de la tarde, con una guía que hablaba
un francés ininteligible (para nosotros). Vimos las mazmorras, el
laboratorio del antiguo college y, al final, la maravillosa biblioteca donde el inspector Gamache se sentaba a leer, rodeado de estantes de
libros hasta el techo, bajo la mirada vigilante del general Wolfe. Esa tarde del 27 de julio comprobamos que Penny describe fielmente la biblioteca de la anglófona Sociedad Histórica y Literaria, aunque nosotros no encontramos al asesino ni, por supuesto, la sepultura de Champlain que motivó el crimen novelesco.
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Plaza con columpios en Petit Champlain (Quebec). |
Imbuidos de historia y contentos por la visita al sitio del que tanto habíamos leído, descendimos hasta la calle Petit Champlain, deambulamos un rato, nos mecimos en los columpios de una bonita plaza y después tomamos cerveza en el histórico Pub Oncle Antoine. Anochecía cuando regresamos al hotel, tentados a desoír el hambre en favor del descanso, cuando al lado del hotel nos gustó la carta de Là Là por sus platos quebequeses (mi compañero de fatigas probó el tourtière, un pastel de cerdo, vaca o venado).
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Dos casas del siglo XVII de la Ciudad Alta (Quebec). |
Al día siguiente, sábado 28 de julio, nos levantamos temprano para desayunar sin prisa en el hotel antes de volver a subir caminando hasta la Ciudad Alta donde, por fin, visitamos la catedral y refrendamos nuestra idea de que Quebec es una ciudad
muy francesa y, en su parte alta, con un aire bostoniano.
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Mansión en la Ciudad Alta (Quebec). Al fondo, el río. |
Puede que los visitantes lleguen a Quebec atraídos por la historia, pero sin duda se enamoran de la ciudad culta y artística del presente. La Ciudad Alta está trazada con calles más anchas y largas (menos serpenteantes que en la Ciudad Baja) con elegantes edificios de piedra, llamativos tejados rojos y verdes.
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'Le Petit Coin Latin' (Ciudad Alta de Quebec), lugar donde tantas veces desayunó el inspector Gamache. |
Es un placer pasear por los barrios que surcan las calles Santa Úrsula y Santa Genoveva, que recorrimos tras las huellas del inspector creado por Louise Penny. No paramos hasta dar con Le Petit Coin Latin, donde Gamache solía desayunar, y allí bebimos un vino blanco de la casa bien frío.
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Imponente hotel-castillo Frontenac (Quebec). |
Tras tanto deambular, el cielo se había ido llenando de nubes de tormenta y se nos había pasado la hora oficial del almuerzo por entretenerme comprando regalos en una tienda oficial de camisetas y gorras de equipos de
hockey y rugby. Menos mal que, por ser sábado, el bar 1608 del hotel Frontenac servía comida todo el día. Tomamos una tabla 4 quesos con frutos
secos, cerveza y vino de Borgoña.
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Curioso bar-discoteca con piscina de pies (Quebec). |
Al anochecer, las nubes se habían ido y nosotros empezamos a despedirnos de Quebec dando un largo paseo, primero por la zona del mercado viejo; después por la orilla del puerto y el río, donde hay un curioso bar-discoteca con piscina de pies; más tarde jugamos a perdernos por Petit Champlain y nos sentamos en una terraza con música callejera. ¡Hasta comimos pasteles y pudding de jarabe de arce!
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