(Viaje a Sicilia, la Magna Grecia)
Tarraco, Micenas, Siracusa,
Ibiza, Tusculum y Éfeso no son solo ciudades de la Antigüedad que nacieron y
florecieron en el Mediterráneo; son testigos de excepción de un tiempo remoto
que todavía hoy tiene mucho que enseñarnos a los habitantes globales de este planeta,
que siempre fue global aunque solo unos pocos adelantados lo supieran.
La Fundación Juan March de Madrid despide enero y dedicará
los martes del mes de febrero a redescubrir estas míticas ciudades en un ciclo de conferencias gratuitas y más ilustrativas que diez pantallas de teléfonos
inteligentes. Me llaman la atención sobre todo tres: Micenas: capital de la Grecia de
Homero; La cuádruple Siracusa y Tusculum: la legendaria ciudad del Lacio donde
se miraba Roma.
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| Puerta de los leones (Micenas) hacia 1885. |
Estuve en Micenas (año 1993) y en Siracusa (año 2002) de vacaciones hace muchos
años, tantos que da vértigo contarlos. No se me olvida la excitación de llegar a las ruinas de Micenas, la legendaria patria de Agamenón, en pleno
Peloponeso griego; acercarme a la puerta de entrada donde se enseñorean los leones; extender la vista a lo lejos repasando los contornos de la muralla; admirar
esas ruinas que los griegos históricos, entre ellos el erudito Pausanias en el
siglo II d.C., decían que habían sido construidas por los Cíclopes. Y es que al
comienzo de nuestra era Micenas era ya un recinto de vetustas ruinas, testimonio fehaciente de una civilización perdida que solo se conservaba en la literatura de Homero. Fue precisamente gracias a Homero, que cantó a Micenas
en el siglo VIII a.C., como el alemán H. Schliemann pudo desenterrar Micenas en
el siglo XIX. Fue siguiendo a Homero como Schliemann dio con estos excepcionales
vestigios, sacó a la luz las tumbas y desveló las murallas.
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| Teatro griego de Siracusa (Sicilia). |
Recorrí Siracusa, parada obligatoria en la Magna Grecia que es Sicilia, en el año 2002. Está
dividida en dos partes: la Neapolis, con el parque y el museo
arqueológicos, donde se incluye la visita a la curiosa gruta llamada Oreja
de Dionisio; y la isla de Ortigia, que es el centro histórico. Esta última
hay que recorrerla a pie, observando las fachadas, plazas y balcones de sus
casas señoriales. La fuente Aretusa, que mana agua dulce a unos pasos del
mar, es muy curiosa. En Siracusa me comí unos deliciosos espaguetis en
una taberna de y para siracusanos, donde no hablaban más que su
dialecto, la comida se escogía señalando con el dedo y no había aire
acondicionado. Buenísimos.
No he
estado en Tusculum ni he pisado Éfeso, pero solo con leer la
breve presentación sobre ambas conferencias en la Fundación March ya tengo
ganas de ir. Tusculum se halla en la región volcánica de los Colli
Albani, a unos 30 kilómetros de Roma. Es una ciudad de orígenes míticos e históricos legendarios; Cicerón la eligió como
residencia; tenía suntuosas villas de recreo desde la época renacentista; la
arqueología la ha desempolvado en los años noventa del siglo XX.
Querría conocer Éfeso, cuya acrópolis conserva el Templo de Artemisa, meca de
peregrinación y una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo según la famosa
lista de Antípatro de Sidón. Estoy deseando ir.


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