(Ver también 'Mujercitas’ en el cine I y 'Mujercitas' en el cine II)
Firma invitada:
Luis Fermín Moreno
Luis Fermín Moreno
A priori, una novela
de 500 páginas tan rica como Mujercitas posee materia prima para varias películas de dos horas de duración muy diferentes unas de otras. Pero sucede que las versiones fílmicas se parecen más entre sí de lo que se asemejan a la novela original y así, a través de la imagen, se ha acabado construyendo una versión paralela del mundo de las cuatro hermanas March.
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| 'Mujercitas', una de las grandes novelas de EEUU. |
La segunda mitad del libro de Louisa May Alcott dedica numerosas
páginas a la vida conyugal de Meg y John. Para Alcott, el matrimonio no era precisamente un cuento de hadas y quizá
por ello su protagonista Meg, una vez casada, vive en un hogar modesto con
dificultades para que reinen el orden y la limpieza. Al principio, el perfeccionismo de la joven
esposa impide a la pareja asentarse en una rutina vivible. Después, absorbida
por sus mellizos, Meg desatiende a John y el lector aprecia que, sin los consejos
de la madre, las cosas acabarían mal. Son peligros reales que Alcott trata sin concesiones sobre el fondo, pero
con una buena dosis de humor. Alcott juzga los deberes de Meg tan dignos de interés como la
muerte de Beth, el viaje de Amy o las tormentas de Jo.
En el cine, Meg casi deja de existir
cuando se convierte en la señora Brooke. A
diferencia de la novela, las películas sostienen la ficción de que el
matrimonio es el último acto de la vida, antes de la muerte. Las tres
adaptaciones terminan con la entrada triunfal de Friedrich Bhaer, el futuro
marido de Jo, en la casa de los March, y eluden el último capítulo del libro,
en el que Alcott dibuja el balance de las tribulaciones de la familia hasta el
sesenta cumpleaños de la madre. Louisa veía absurdo sobrestimar el matrimonio y no le
faltaban cosas que decir sobre su funcionamiento. Pero los cineastas no le dieron voz ni palabra en este asunto.
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| Jo March y el profesor Bhaer ('Mujercitas', 1994). |
Las
películas ponen el acento en las aventuras prenupciales de los personajes, con
lo que algunos anacronismos se hicieron indispensables desde la primera
versión. Por ejemplo, en las tres películas, Jo va a la ópera sola con el
profesor Bhaer, mientras que en la novela les acompaña, lógicamente, una
carabina. Todas las películas dan al flirteo entre Jo y su futuro marido una
tonalidad más erótica que la novela. No hay película sin intento de beso y
es en la reticencia al beso donde se halla la referencia a
las rígidas costumbres victorianas. En este aspecto, hay una diferencia
de grado, que no de naturaleza, entre Armstrong y sus predecesores.
| La actual Orchard House se conserva casi idéntica a como era en la época en que Louisa May Alcott vivió en ella y donde transcurre su novela 'Mujercitas'. |
Un
tercer cambio estándar aportado por el cine a Mujercitas concierne a la cronología del acercamiento entre Jo y el profesor. En el libro, Jo va a Nueva York para evitar
la declaración de amor de Laurie. Presintiendo que éste no es el marido que
necesita, ella intenta evitar la pena a su amigo. Desde su llegada a la
casa de la señora Kirke, Jo se interesa por el intelectual alemán que vive allí. Cuando deja Nueva York para pasar el verano con su familia y Laurie le pide matrimonio, ella lo rechaza con pleno conocimiento de causa pues el encuentro
con Bhaer le confirmó las aspiraciones confusas que sentía desde antes.
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| Jo y Laurie (ilustración de 1868). |
En cambio, en las adaptaciones fílmicas Jo parte a Nueva York para consolarse de haber roto el corazón de Laurie. Las otras pruebas sufridas por Jo (la decisión de
tía March de llevar a Amy a Europa en su lugar, el declive de la salud de Beth)
se asocian así en general a su estancia neoyorquina y provocan una conclusión
abrupta. Las películas insisten en la vulnerabilidad de la
joven provinciana y concentran en su estancia en Nueva York todo el marasmo que la Jo de la novela vive mucho más prosaica y triste en Concord durante los meses previos y posteriores a la muerte de
Beth.
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De adaptación en adaptación, el profesor Bhaer se
convierte en un hombre cada vez más seductor. Mientras que en la primera versión el actor Paul Lukas componía un profesor enternecedor pero
ridículo, en la segunda Rossano Brazzi encarna a un relamido.
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| Sobre estas líneas, Gabriel Byrne encarna al profesor Bhaer en 'Mujercitas' en 1994, con Winona Ryder. Foto superior: el Bhaer de 1949, Rossano Brazzi, es un verdadero relamido. |
Por su parte, el Bhaer de los años 90, interpretado por Gabriel Byrne, es guapo, artístico y viril. ¿Por qué esta evolución? La novela Mujercitas se publicó en dos partes, en años consecutivos. Los
lectores de la primera parte querían que Jo se casara con Laurie, y aunque
Alcott, que se negaba al principio, acabara casando a su heroína, Bhaer siempre
fue un intruso a ojos de los fans del libro. Pero como a Hollywood le gustan las parejas chispeantes, la imagen del profesor mejora en cada película. La tercera versión exagera proponiendo al irresistible Byrne, pero al menos es la
primera vez que vemos al personaje como lo ve una Jo que se derrite de
amor.
Examinar con lupa las adaptaciones de una obra literaria conduce
inevitablemente a revelar mil divergencias que al lector le parecen gratuitas o
irritantes, rara vez excelentes. En el caso de Mujercitas, que no perderá nunca su engañosa etiqueta de libro para
niñas, el mayor peligro de una adaptación es caer en el sentimentalismo y, en
cada intento, hay que temer lo peor. Dos de las tres versiones supieron
evitarlo y encontraron soluciones inteligentes para explicar en
imágenes la saga de las hermanas March.





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