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Firma invitada: Luis Fermín Moreno
El gran escritor abulense José Jiménez Lozano dejó dicho: “Escribo poemas con un espíritu de ofrecimiento. Doy lo que tengo”. Así entiende la poesía Pablo Quintela (León, 1993), joven —por edad, que no por entendimiento— componedor de versos que lleva ya dos poemarios publicados y algún otro en camino.
Vaya por delante un aviso. Los títulos de los libros, La pluma en el aire y Rumor del agua (Aliar Ediciones), son engañosos. Hay agua y hay aire, claro está. Y hay, sobre todo, luz y palabra para aprehenderla: “Entre la luz y el agua / nace la poesía: / palabra que se escribe / mientras se escapa”. Pero solo a primera vista.
Porque en estos poemas, de gran hondura lírica y sorprendentes hallazgos lingüísticos, los protagonistas reales son la infancia, el amor, la soledad, la angustia a veces y, como verdadero hilo conductor, la necesidad de entender. Para que, sin faltar alguna ingenuidad en cuanto al alcance de la poesía, los versos digan la verdad del mundo.
Poemas de Pablo Quintela ('Rumor del agua' 2023). |
Con distintas perspectivas: el diálogo con el tú amado (“Como el rocío quiero mojar tu cuerpo. / Túmbate en la luz / para escuchar las gotas de lluvia / haciéndose parte de ti”); el monólogo participativo y abierto (“Viento que me despojas / de la calma / que te llevas el sonido de las aguas / que tiras al suelo / las ilusiones de las plantas, / viento que me llamas / llévame contigo / allí donde vayas”); o la expresión visionaria e inquietante (“Solo lo invisible permanece / solo lo volátil deja huella / y aquello que es efímero se extiende / como un cielo eclipsado / donde vemos la agonía de un destino; / la naturaleza caída de los dioses”), los poemas de Quintela se presentan como el viaje de un ser humano (en el que cada libro es una etapa) por la vida concebida como un conjunto de señales en el que queda reflejado cierto poso final de aceptación. La conciencia de que, para sobrevivir, hay que seguir fabulando obstinadamente: “Así es el hombre: / estrella sola en las alturas, / silueta de una sombra / continuo andar entre la luz”.
No me resisto a citar uno de los poemas de La pluma en el aire, que es casi un compendio de todo lo antedicho:
Se murió la rosa como se ha de morir
el hombre.
La agonía persigue a la belleza
que intenta escapar, como Sísifo,
a su cruel destino.
(…)
La tarea del poeta es luchar contra
los dioses,
reunir al hombre en la palabra
para que emerja la conciencia del tiempo,
las ansias de amar la tierra;
la trágica virtud de la inconstancia.
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