domingo, 31 de julio de 2022

Viaje por Suecia y Dinamarca 2022 (I): Malmö, Lund y Gotemburgo

Poseidón y la pintura nórdica en el museo de Gotemburgo


Dos años después y con la pandemia superada, las vacaciones de verano de 2022 me han llevado por fin a un destino que me atraía hacía tiempo: Suecia y, sobre todo, Dinamarca.

Antes de nada, resumiré varios tips útiles para viajar por la costa oeste de Suecia: 1) No aceptan pago con dinero en metálico en casi ningún sitio, desde luego no en los pequeños cafés o los parkings. Solo tarjetas, sean de débito o de crédito, así que mi aviso es no cambiar euros, o en todo caso, una pequeña cantidad 2) Nadie lleva mascarilla en Suecia, ni en el transporte público 3) Cuando empiece a llover y caigan las primeras gotas, corred, porque suele diluviar, aunque solo dure 10 minutos y en seguida escampe 4) El párking siempre es público, casi siempre en la calle y de pago, aunque de precios asequibles: unos 15-16 euros por el día entero, y los domingos muy barato 5) Las autovías son gratuitas y estupendas; en cambio, los puentes que unen Copenhague y Malmö (unos 65 euros) y la isla de Fionia con la de Copenhague (unos 30 euros) son de pago 6) Muchos hoteles funcionan con 'auto checking' así que prestad atención a los mail y códigos que os envíen, así como a las instrucciones para entrar después de ciertas horas, porque corréis el riesgo de quedaros en la calle.  

Sábado, 2 de julio de 2022: Malmö

Salimos para Copenhague el sábado a las 11:35 horas en el vuelo de Iberia, y tras hora y media allí esperando las maletas (el aeropuerto danés era un desastre organizativo) y otra media hora para recoger el coche de alquiler en Enterprise, nos pusimos en marcha hacia Suecia cruzando el puente de peaje que une Copenhague con Malmö.

Primera parada, el hotel Sure Best Western Dahls, situado en el pueblo de Löddeköpinge, que escogimos por su buena ubicación al lado de la autovía que lleva a Lund, Malmö y Gotemburgo. Tras tomar posesión de la habitación, cogimos el coche para ir a Malmö, la pintoresca ciudad sueca, donde recorrimos el centro medieval, sus dos plazas históricas, las callejuelas con llamativas fachadas plagadas de flores, y finalmente cenamos en Paddy’s, un restaurante-pub irlandés con un bonito y abarrotado patio interior: cordero, hamburguesa vegetal de queso Halloumi, cervezas y café  por 731 coronas suecas (unos 71 euros).

De camino al párking (en la calle pero público de pago) vimos por fuera la iglesia de San Pedro y regresamos al hotel. La temperatura había bajado mucho, desde los 20-22 euros de la tarde a los 16 o así de la noche.

Domingo, 3 de julio: Lund y Malmö

Desayunamos en el hotel, cuyo restaurante Lucy’s está decorado como un diner americano, y cogimos el coche para visitar Lund, una de las ciudades más antiguas e importantes de Suecia, que estaba medio vacía a esa hora de la mañana.

En la catedral celebraban misa, así que fuimos primero al Kulturen, que recoge exposiciones permanentes sobre la historia cultural del sur de Suecia y restos de la Edad Media, y está estructurado como un parque temático al aire libre, con distintos edificios típicos, entre ellos, una vicaría, diversos graneros, una iglesia de 1652 que fue desmontada y traída aquí, preciosa con su campanario exterior. También una casita de Pippi Calzaslargas.

De allí volvimos paseando a la catedral románica del siglo XI, con una cripta impresionante con tumbas y unas columnas que se retuercen y estiran, algunas con esculturas antropomorfas adosadas. Espectacular es también el reloj astronómico del siglo XV, que dos veces al día (a las 12 y las 15 horas) emite música de órgano mientras seis figuras que representan a los reyes magos y sus sirvientes, pasan junto a María y Jesús. 

Paseo de despedida por la plaza cubierta de arena del centro donde decenas de personas comían y bebían sentadas y tumbadas en bancos y hamacas improvisadas, para acabar tomando una cerveza en la terraza del majestuoso Gran Hotel,  orientado a una plaza con fuente y rosaleda. 

De Lund bajamos hasta Malmö, ya eran cerca de las 15 horas y lo primero que hicimos fue comer, en Mando Steakhouse, en la terraza con vistas a la pequeña plaza: un costillar y un pescado tipo fish & chips rebozado con patatas Idaho, cervezas y café por 590 coronas (unos 60 euros).

Después, visitamos el interior de la iglesia de San Pedro, un poco decepcionante ya que por fuera es bastante curiosa con su fachada de ladrillo. 

De nuevo cogimos el coche para acercarnos a la playa de Malmö, donde pese al viento y a los apenas 20 grados, nos mojamos los pies y paseamos por la arena, admirando de lejos el edificio Turning Torso (del español Calatrava) y fotografiando el libro Me viene mal que te mueras, de mi amiga Maite Cabrerizo, que sería protagonista de bastantes visitas culturales por el periplo sueco-danés.

Siguiendo la carretera, nos detuvimos en Lomma Beach para ver el atardecer sobre el mar en este pueblo vacacional (al lado del río y con una pequeña marina). Tras tomar unos refrescos en un banco de piedra mirando el mar, paseamos hasta el coche y ya sí, directos al hotel. Compramos unos chocolates en la tienda de la gasolinera cercana y a descansar. A los pocos minutos cayó la primera gran tormenta que tuvimos en Suecia. 

Lunes, 4 de julio: Helsingborg y Gotemburgo

El lunes desayunamos en el hotel (deliciosos panes de cereales, variedad de quesos y huevos, fruta y bollos) y salimos pronto para Helsingborg, la ciudad sueca más cercana a Dinamarca y punto donde se pueden coger ferries para cruzar de un país a otro. 

Nada más dejar el coche en el párking subterráneo, nos sorprende la mole del ayuntamiento neogótico de finales del XIX y la bonita vista de la escalinata que lleva al castillo y a la medieval torre Kärnan, que es el símbolo de la ciudad, a la que domina desde una colina. La torre se visita por dentro, pero hay que subir enésimos escalones, así que tan solo hicimos el recorrido panorámico exterior, oteando Dinamarca desde las alturas.

Nos encantó la iglesia gótica de Santa María, muy bonita y agradable, donde compramos unas pulseras-rosario para regalar. La siguiente parada fue una terraza en la marina, donde tomamos cerveza y refresco mecidos por las aguas del mar admirando los yates y espiando el cielo, que amenazaba lluvia.

Entramos en Gotemburgo bajo la lluvia y por rutas alternativas que el GPS de nuestro KIA de alquiler nos marcó. Habíamos reservado en el apartotel WOW, situado en una zona próxima al centro (unos 10 minutos andando), en una casa de ladrillo con patio y parking propio, aunque estaba lleno y tuvimos de aparcar en la calle (precio diario bastante asequible).

Primera experiencia con el auto-ckecking: un código para abrir la puerta, otro para abrir el buzón interior donde estaba la llave de la habitación y las instrucciones. En los dos días que estuvimos allí no vimos ni a otros huéspedes ni a los dueños, ni personal alguno. Nos tocó la habitación de la buhardilla, muy bonita (aunque pequeña y sin ascensor).

Sin perder tiempo, salimos a pasear, atravesando un par de parques, una iglesia, varios restaurantes franceses e italianos, la gente estaba ya cenando. En unos minutos llegamos a la Gotaplatsen (plaza principal) donde están el Museo de Bellas Artes (cerrado a esas horas) y la famosa fuente con la escultura de Poseidón. Tras hacer fotos del dios griego bajo un cielo amenazante de lluvia, decidimos recorrer la calle principal, una especie de Gran Vía, y a los pocos minutos nos cayó la primera tromba de agua, que comenzó con dos gotas y se precipitó en un torrente de lluvia, truenos y relámpagos.

Huyendo de la lluvia, nos cobijamos en la terraza cubierta del Lilla London donde tomamos sendas cervezas y, apenas dejó de llover, seguimos caminando hacia el canal, donde vimos anochecer y sufrimos otra tromba de agua. Allí cenamos: unas ostras, un plato con langosta y otro de pescado con cerveza local. Nos salió algo caro, pero la ocasión lo merecía, y después de todo, ese día no habíamos comido, por las prisas y las gestiones tras darnos cuenta de que habíamos perdido una tarjeta de crédito.

Otro paseo hacia el hotel, esta vez atravesando el (desierto) barrio de Haga, puso punto final al día. 

Martes, 5 de julio: Gotemburgo

El martes temprano caminamos hacia el Museo de Bellas Artes, tan temprano que estaba cerrado, lo que nos dio la oportunidad de conocer un café cercano donde un camarero que hablaba español nos contó algunas cosas interesantes de la ciudad. Desayunamos cafés, croisants y empanada de chorizo. 

De vuelta al museo, pasamos varias horas recorriendo las salas, sobre todo pintura, que es lo que más me interesaba. Posee una gran colección de pintura nórdica de fin de siglo, además de numerosas obras expresionistas e impresionistas francesas y maestros antiguos. Para mí, el gran interés eran los nórdicos, como Munch, Josephson, Nordström, Birger, Kroyer, Eckersberg, Larsson, Ivar Arosenius, Elisabeth Keyser y tantos otros nombres a explorar en el futuro.

Más tarde, recorrimos nuevamente la arteria principal de la ciudad y nos volvió a caer un chaparrón, sin consecuencias. Llegamos al canal donde cenamos la noche anterior y continuamos un rato explorando hasta detenernos a comer en el centro comercial Arcade, en un restaurante recomendado con menú sueco y donde mi compañero por fin probó las típicas albóndigas suecas, con ensalada, panes, entrantes y café. Nos faltaba por visitar la catedral, a la que más tarde llegamos dando un paseo, aunque no nos gustó especialmente. Comenzaba a lloviznar, así que regresamos al hotel a descansar. 

Era la última noche en Suecia, así que volvimos a salir hacia las 21 horas, directos al barrio de Haga para tomar una caña. Tras merodear un rato, al fin hallamos un café-pub con patio donde tomamos sidra francesa muy rica y cerveza Ipa local. El regreso hacia el hotel nos llevó rodeando la torre panorámica, ya cerca de las 23 horas pero con el cielo aún clareando.

(Continúa en Dinamarca: Skagen y museos vikingos)

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