Continúo con las pinceladas de algunos libros a los que regreso cada poco tiempo para releer, hojear o consultar; libros que parecen desplazarse solos por la casa a su plena voluntad, ya que siempre andan cambiando de sitio, moviéndose desde los estantes al escritorio, la mesita de noche o la mesa baja del salón.
Pequeña selección de libros para hojear, releer... |
Libros que parecen migrar como las Aves migratorias (Salamandra 2001), de la autora sueca Marianne Fredriksson (1927-2007), que empezó a publicar ficción en 1980, con más de 50 años, como resultado de una crisis personal. Antes había trabajado muchos años como periodista (de éxito). Lo primero que leí de Fredriksson es Las hijas de Hanna, una magistral saga familiar que me enganchó al resto de su obra. El tema central de sus libros es la amistad, a menudo redentora, como sucede en Aves migratorias, donde aborda con mucho tacto la violencia contra la mujer.
Poema de Emily Dickinson (Hiperión 2001). |
También recomiendo leer los poemas escogidos de Emily Dickinson bajo el título de Crónica de plata (Hiperión 2001). Se trata de una edición bilingüe y en orden cronológico que incluye 425 poemas de esta singular autora, que únicamente publicó ocho en vida y hoy es considerada la mayor poeta de Estados Unidos. Me maravilla e intriga a partes iguales cómo pudo vivir casi toda su existencia sin apenas salir de la casa paterna y, aun así, crear un mundo poético tan rico, sensible y consciente.
También suelo hojear con frecuencia el catálogo de la exposición 'Adriano: imperio y conflicto', que organizó el Bristish Museum en el año 2008 en Londres, quizá la mayor retrospectiva que se haya consagrado a este emperador romano filósofo, cuya vida recreó (y quizá inventó a partes iguales), de un modo magistral, la novelista Marguerite Yourcenar en su mítica Memorias de Adriano.
Teatro Marítimo de Villa Adriana (Tívoli, Italia). |
A la exposición no pude ir, pero sí compré el catálogo el año siguiente, durante una visita de fin de semana a Londres. Las historias de Grecia y de Roma siempre me han atraído como un imán. En mis tiempos universitarios leí entusiasmada la novela de Yourcenar, y he contemplado docenas de estatuas tanto del emperador como de su amante Antínoo en museos de media Europa.
La huella de Adriano es inmensa: desde construir en Roma el Panteón y el castillo de Sant'Angelo, que pretendía ser su tumba; levantar en Tívoli la todavía hoy fastuosa y monumental Villa Adriana, con las ruinas de su Canopeo o el Teatro Marítimo; hasta llegar a la mítica Palmira, en el desierto de Siria; y trazar en la fría Gran Bretaña el Muro de Adriano, una muralla de cien kilómetros para dividir la isla de este a oeste.
Y de repente todo su mundo convulsiona y ella sufre una crisis nerviosa que la obliga a ser internada en una clínica mental. Al salir del sanatorio, decide marcharse a pasar el verano en un pueblo donde su madre vive en una residencia para ancianas. Será un verano sin hombres que a la protagonista le curará los nervios y le servirá de acicate intelectual. La propia Siri Hustvedt sufrió problemas de nervios, que relató en el libro La mujer temblorosa o la historia de mis nervios.
Haruki Murakami es otro de esos autores a los que releo y cuyas nuevas novelas me siguen interesando. Una de mis favoritas es Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (Tusquets 2012), ambientada en Tokio en 1984. En ella, el anodino Tooru Okada experimenta dos pérdidas que lo dejan abatido: primero desaparece su gato y luego su mujer, y a partir de entonces sus días y noches se llenan de fascinantes mujeres que entran y salen de su vida, amenazas latentes, sucesos irracionales, personas con historias terribles de los años de la guerra entre Rusia y Japón, casas misteriosas, pájaros de piedra... El universo Murakami donde siempre hay pozos y corrientes de agua.
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