martes, 23 de abril de 2019

Algunas lecturas para gozar en el Día del Libro (I)


(Más sobre Mujica Lainez y el Día del Libro 2018)  

Hoy, 23 de abril, se celebra el Día Internacional del Libro en medio mundo. En Cataluña y Aragón, la tradición de Sant Jordi manda que los enamorados se regalen flores y libros. ¿Por qué se escogió justamente el 23 de abril? Porque en esa fecha en 1616 se supone que fallecieron (no es así exactamente) Miguel de Cervantes y William Shakespeare, además de haber nacido o muerto otros escritores como Garcilaso de la Vega, Nabokov, Pla o Mejía Vallejo.

Esta celebración internacional es una excelente oportunidad para comprar y regalar libros, y en mi caso, para leer y releer pasajes de algunos de los volúmenes que me acompañan  desde hace decenas de años. Seguramente no son los títulos de mayor valor literario, ni los mejor editados o traducidos, pero son especiales. ¡Y por una vez no hablaré de Jane Austen, las hermanas Brontë, Martín Gaite o Laforet, que son autoras de cabecera y lectura (casi) diaria!

Mis relecturas para el Día del Libro 2019.
Hablaré, por ejemplo de Tantas veces Pedro (Plaza y Janés 1986), del siempre polémico Bryce Echenique (1939), autor al que me di con fruición en mis años universitarios en la Facultad de Ciencias de la Información. La firma no deja lugar a dudas: me fue regalado en marzo de 1987, con dos dedicatorias; la que se puede reproducir es una cita del filósofo alemán Novalis (1772-1801): "La vida no debe ser una novela que se nos impone, sino una novela que inventamos".

La casa (Editorial Sudamericana 1975), de Manuel Mujica Lainez (1910-1984), y la novela de Gioconda Belli (1948) titulada con primor La mujer habitada (Txalaparta 1990) fueron lecturas recurrentes en los primeros años noventa. No recuerdo dónde compré el libro de Mujica Lainez, pero sé que me costó 750 pesetas, era de segunda mano, y me descubrió a un autor que comencé a leer con glotonería. Sí recuerdo, en cambio, que descubrí a Gioconda Belli en la Feria del Libro de 1991, donde compré la novela (1.300 pesetas), que llevé en mis vacaciones por Italia ese mes de agosto y terminé de leer en Florencia.


Virginia Woolf (1882-1941) y su Al faro (Seix Barral 1984) son una delicia en cualquier momento del año, nada quita vigor a la savia literaria que nutre esta obra de la escritora británica, pionera del feminismo, que consagró su vida a la literatura, convencida de que nada podría salvarla de la depresión. Fiel a su estilo, Woolf retuerce la prosa, raciona el diálogo, pasa de puntillas por la trama y nos apabulla con el torrente de pensamientos y observaciones.

También británico es Wilkie Collins (1824-1889), del que hace ya un puñado de años leí la mayoría de obras, y a quien de vez en cuando vuelvo, admirada por su capacidad de mezclar novela de detectives, novela romántica, melodrama y protagonistas creíbles. Collins es el padre del primer detective de la literatura británica, Cuff, quien resuelve el misterio de La piedra lunar (Montesinos, 1997). Me gusta mucho el estilo de Collins, cómo alterna la narración en tercera persona con el relato individual de los protagonistas, cada uno de los cuales ofrece su punto de vista para desentrañar el misterio. 

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