jueves, 28 de diciembre de 2017

'Mujercitas' en el cine (I)

(Ver también 'Navidad de Mujercitas'

Firma invitada:
Luis Fermín Moreno
@fathermarch


Louisa May Alcott, autora de
la novela 'Mujercitas'.
La BBC ha estrenado esta Navidad la última versión para la pantalla de Mujercitas, una de las grandes novelas de la literatura estadounidense. El cine y la televisión han adaptado en más de una veintena de ocasiones el libro de Louisa May Alcott (1832-1888), desde que Harley Knowles dirigiera la primera película –muda, por supuesto- en 1919. Pero las más conocidas, que aún se siguen emitiendo, son tres: las de George Cukor (1933), Mervyn LeRoy  (1949) y Gilliam Armstrong (1994).

'Mujercitas' (1933), dirigida por George Cukor
y con Katharine Hepburn como Jo March.
 
Primera versión hablada, con Hepburn como Jo March. Fue David O. Selznick quien impulsó la primera producción hablada de Mujercitas en la RKO. Dos guionistas profesionales redujeron el complejo texto a un condensado “filmable”. El primer gran obstáculo era que en 120 minutos no se podía desarrollar más de un papel principal, y en la historia hay cuatro. Así pues, esta película, como las que siguieron, otorga a Jo el papel protagonista y reduce al resto a personajes esquemáticos, de forma que en el cine Mujercitas se convierte en Jo y sus hermanas

Katharine Hepburn, la mejor Jo March.
Selznick tuvo el genio de contratar a George Cukor como director y a Katharine Hepburn como Jo MarchDotada de un carácter difícil y un físico inhabitual, la Hepburn no era todavía una gran estrella, pero fue -y es- la más parecida a la “joven potrilla” que describe Louisa May Alcott. Ambas tenían muchos puntos en común: criadas en Nueva Inglaterra, en entornos feministas, con familias distinguidas y comprometidas. Hepburn era una de las raras actrices capaces, a sus 25 años, de representar convincentemente las distintas etapas de madurez de Jo. Con este director, esta actriz y su piedad sin edulcorar, la película conmocionó a la América de la Gran Depresión.

'Mujercitas (1949), dirigida por LeRoy
con June Allyson como Jo March.
Mervyn LeRoy dirige otra adaptación en 1949. Tras el final de la II Guerra Mundial y la llegada del color al cine, la enternecedora versión de Cukor parecía desfasada. Quince años después de la primera, Selznick se embarca en una nueva película, con June Allyson como Jo. El remake de 1949 fue realizado para Metro Goldwyn Mayer por Mervyn LeRoy, hombre para todo cuyo mayor mérito era haber producido El mago de Oz. Esta versión de Mujercitas resultó mucho más almibarada. Para empezar, la disparidad de edades de las actrices afecta a la credibilidad. Margaret O’Brien (Beth, 13 años en la novela), con 12 años, era la única niña frente a un trío de jóvenes adultas demasiado sexys o camino de la madurez: Elizabeth Taylor con 17 años (Amy, 10 años en la ficción); June Allyson con 32 años (doblaba los 15 de Jo); y Janet Leight, con sus 20 años, interpretaba a una Meg de 16.

June Allyson (Jo) y Peter Lawford (Laurie) en la
almibarada versión de 'Mujercitas' de 1949.
El guión se toma muchas desafortunadas libertades. En la película, Laurie (15 años) se escapa y es herido en la guerra antes de que comience la acción. Como el actor (Peter Lawford, 26 años) no muestra ninguna secuela, la guerra civil parece un divertido pasatiempo para niñatos. Cuando se publicó la novela (1868), apenas tres años después del final de la guerra, aún no se habían cerrado las cicatrices, por lo que Alcott se muestra muy discreta. Se podría disculpar que, como referencia para los espectadores, los cineastas hubieran visto necesario sugerir el contexto de la guerra con detalles distintos de los del libro. De hecho, la crítica Margaret Mackey plantea la hipótesis de que los cineastas necesitan imágenes de la guerra para encuadrar no solo el contexto histórico, sino también la evolución moral que en la novela vehicula El progreso del peregrino, obra del autor del siglo XVII Paul Bunyan. Pero, si tal era el objetivo de la fuga de Laurie, el efecto logrado es diametralmente opuesto.

Por el contrario, en las otras dos películas las imágenes de la guerra tienen la sobriedad requerida. La de Cukor comienza con una escena en la que Marmee –la madre- ayuda a un anciano a llegar al lecho de su hijo. Sin derramar una lágrima, este padre menciona que otros dos hijos han muerto y uno está prisionero. Esta escena muestra así el heroísmo cotidiano como un valor de Nueva Inglaterra.

Cartel de la película ''Mujercitas' (1949).
La película de LeRoy tampoco toma en serio la aspiración de crecimiento ético de los personajes. Amy es el ejemplo más revelador. Cuando las cuatro hermanas ceden su desayuno navideño a sus vecinos alemanes en la miseria, Amy se las arregla para llevar los pastelitos con el fin de morder todo lo que puede durante el camino. Y, ante los niños demasiado débiles y agradecidos para protestar, se inventa un juego que le permite comer una cucharada de cada tres. Alcott hubiera encontrado obsceno tal comportamiento.

Amy es igualmente egoísta cuando vuelve del extranjero. Uno de sus raros comentarios sobre el viaje es que en Europa la suciedad es realmente pintoresca. Y cuando se disculpa con Jo por haberla dejado afrontar sola la muerte de Beth, da la impresión de regocijarse por haber tenido vía libre para atrapar a Laurie.

De hecho, la versión de LeRoy tiende a aligerar las escenas dramáticas o las alterna con interludios cómicos, de forma que la película acaba por parecer mucho más una adaptación de Dickens que la novela de Alcott. Como no hay demasiados personajes bufonescos a mano, LeRoy tira del único que puede estar al límite de la caricatura: la tía March, que aparece desde el principio repartiendo aguinaldos y teniendo un conato de discusión con Jo a propósito del padre.

Amos Bronson Alcott, padre de Louisa May.
En la vida real, la familia Alcott, a causa del angelismo congénito del padre, Amos Bronson Alcott (1799-1888), tuvo que pedir ayuda con frecuencia a parientes adinerados, y los ecos de esa humillación recorren la novela. No obstante, la escena inventada por LeRoy pretende explotar el talento de Lucile Watson, que campa por la pantalla como una Rottenmeyer impecable. 

(Continuará...)

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