(Más tumbas de reyes y otros viajes a Francia)
En 1101, ¡ahí es nada, hace más
de novecientos años!, el excéntrico predicador Robert de Arbrissel
fundó en Francia la abadía real de Fontevraud, en los confines de las provincias de Poitou,
Anjou y Turena, con un orden muy singular: acogía a hombres y mujeres e incluía
a personas de todos los estratos sociales. Fontevraud nació así como una ciudad
ideal, un lugar de exaltación de la fe mediante la oración y el trabajo; pero también como un
lugar de diversidad social y de género, a cuyo frente estaba una mujer, una
abadesa, con autoridad sobre cuatro prioratos.
Esta abadía está ligada a su moradora más célebre, Leonor de Aquitania, que primero fue reina de Francia y luego de Inglaterra, por su matrimonio con Enrique II Plantagenet. Leonor decidió vivir sus últimos años en la abadía de Fontevraud, preparando su propia tumba, la de su marido y la de su hijo, Ricardo Corazón de León.
| Marie-Gabrielle de Rochechouart y Renée y Louise de Borbón, ilustres abadesas de Fontevraud. |
Durante los siete siglos en los que la abadía funcionó como tal, hubo 36
abadesas, casi siempre miembros de la nobleza y en ocasiones de sangre real.
Quizá la más famosa es Marie-Gabrielle de Rochechouart (1645-1704), que reinó en Fontevraud en el siglo XVII, nombrada abadesa cuando solo
tenía veinte años por el rey Luis XIV. Mujer cultivada, convirtió la abadía en una
especie de corte, en un relevante centro de influencia espiritual e intelectual. Bajo su
gobernanza, la abadía de Fontevraud funcionó como una gran empresa e incluso podríamos
decir que como una multinacional, ya que ella no solo decidía sobre una centena
de prioratos en Francia, sino que también designaba otros varios prioratos en
Inglaterra y en España. Esta peculiar mujer falleció en 1704, trae detentar el poder durante treinta
años.
Se da la circunstancia de que, a
partir del siglo XVII, las abadesas podían vivir fuera de la clausura, en el
palacio abacial, donde recibían a sus invitados, príncipes y princesas que se
desplazaban hasta Fontevraud para visitar a sus parientes. En alrededor de dos
siglos existieron cinco abadesas de la familia Borbón, entre ellas, Renée y Louise
de Borbón, tía y prima, respectivamente, de Francisco I.
| Leonor de Aquitania, doblemente reina, junto a su según marido y carcelero, Enrique II Plantagenet (estatuas yacentes, abadía real de Fontevraud). |
Se podrían escribir cientos de
libros únicamente con las historias de todas esas damas que decidieron retirarse
en Fontevraud para dejar descansar el alma y meditar, empezando por la reina Leonor de Aquitania (1124-1204) o las hijas de Luis XV.
Muchas damas de la corte, reinas y princesas prefirieron recluirse en esta abadía
antes que someterse a la tiranía de los hombres. Al menos, en Fontevraud el
poder estaba en manos de las mujeres.
Si hay una persona decisiva en la
existencia de Fontevraud es Leonor de Aquitania, la mujer
doblemente reina que escogió esta abadía como retiro para sus últimos años de
vida y como panteón de su familia real, los Plantagenet. Así, desde 1189, Fontevraud se
convirtió en una necrópolis real donde todavía hoy se conservan las estatuas
yacentes de la propia Leonor, de su marido Enrique II; de su hijo Ricardo
Corazón de León; de su nuera Isabel de Angulema.
Leonor fue
una
de las mujeres más excepcionales y controvertidas de la Edad Media: duquesa de
Aquitania, primero reina de Francia y posteriormente de Inglaterra, madre
de diez hijos, luchó por su dignidad, sus intereses y los de sus
descendientes, llegando a sufrir la reclusión ordenada por su segundo marido.
| Grabado con la antigua disposición de las estatuas yacentes (Fontevraud). |
Esta increíble mujer del siglo
XII arrastra su buena dosis de leyenda negra. Fue acusada de tener relaciones sexuales con su
tío y muy criticada por divorciarse de un rey, el francés Luis VII, para casarse con su
enemigo, el inglés Enrique II Plantagenet. Su segundo marido la encarcelaría durante años pero ella nunca dejó de maquinar en su contra. A la muerte de Enrique II,
Leonor viajó por toda Inglaterra para obligar a
los barones a jurar lealtad a su hijo Ricardo Corazón de León. Cuando tenía ochenta
años, Leonor vino a España a conocer a su nieta, Blanca de Castilla, y
personalmente la llevó hasta París, donde la casaría con el monarca francés
Luis VIII.
Además de intrigante y
urdidora de alianzas matrimoniales, era una mujer culta, brillante, amaba las
artes y la poesía. Fue en el siglo XII más moderna de lo que lo son hoy muchas
mujeres del muy digital siglo XXI.

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