(Más sobre Siria y Jordania aquí)
Sentía curiosidad por probar las aguas del mar Muerto, ubicado a 400 metros por debajo
del nivel del mar y conocido por la salinidad de sus aguas y sus efectos terapéuticos. Confieso que no está mal eso de flotar sin esfuerzo mientras se toma un baño, y que embadurnarse de barro es exótico, pero
el mar Muerto fue lo que menos me gustó del periplo por Jordania. Piqué,
eso sí, comprando los jabones de barro que venden allí, uno de los cuales aún
me dura.
Una forma como otra cualquiera de mantener viva la
impresión de ese viaje, en 2007, que deseo repetir. Ya que parece que van a destruir Siria con las bombas de unos y otros, al menos Jordania
sigue en pie y en calma. Animo a todo el mundo a visitar el reino jordano, donde pasado y presente se dan la mano en armónica y feliz
convivencia.
Después de Petra, la siguiente
parada en mi viaje a Jordania, en agosto de 2007, fue Madaba, conocida por albergar un mapa de mosaico de Jerusalén y
Tierra Santa, del siglo VI, que muestra las colinas, valles, pueblos y
ciudades hasta el delta del Nilo. Es una obra de arte
formada por dos millones de piezas, que se guarda en la iglesia ortodoxa de San
Jorge. De allí me traje unos
posavasos de piedra con dibujos de un caballo, dos elefantes y una garza.
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Pila bautismal y mosaicos en la iglesia del monte Nebo (Jordania). |
Antes de bajar al mar Muerto a comer, subimos al
monte Nebo, uno de los lugares santos más venerados de Jordania y el sitio donde se dice que fue
enterrado Moisés, aunque ni su tumba ni
su cuerpo han sido encontrados. Los primeros cristianos construyeron aquí una
pequeña iglesia bizantina, con el suelo lleno de mosaicos y una bella fuente
bautismal, y una cruz señala el lugar donde se supone que reposa el profeta, que tras guiar a los
judíos hacia la libertad tuvo que conformarse con ver
Tierra Santa desde este monte. Las vistas son impresionantes: la
frontera israelí, el valle del Jordán, el mar Muerto, tierras cuajadas
de historia. Una visita sobrecogedora y una experiencia para quienes compartan la fe
del profeta.
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Posavasos de piedra de Madaba (Jordania). |
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Turistas entre las columnas de las ruinas romanas de Jerash (Jordania). |
La siguiente parada fue la
capital, Amán, donde nos alojamos en el Radisson SAS, tristemente famoso por ser uno de
los tres hoteles contra los que habían atentado dos años antes, en 2005, en una
cadena de explosiones simultáneas. Murieron 57 personas, y debido a ello la
seguridad era tremenda, con control de equipajes,
militares de guardia en el lobby y los salones y vigilantes por doquier. En
contraste, Amán me pareció una ciudad amistosa y segura, viva y calurosa,
repleta de cafés y restaurantes, con mucho tráfico y gente en la calle a altas horas de la noche.
El final del recorrido por Jordania fue
espectacular: las ruinas de Jerash, una ciudad noble y hermosa que ha estado habitada
desde hace más de 6.500 años. Empezó a prosperar bajo el gobierno de Alejandro Magno y alcanzó su
esplendor durante el periodo romano (fue conquistada en 63 a.C.). Es
monumental y bellísima, la prueba es que en Jerash está tomada la foto más reproducida
de Jordania, la que aparece en la portada de muchas guías: las columnas corintias del santuario de Artemisa.
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Jarrón de cristal de roca (Jerash, Jordania). |
Jerash
presume de tener las ruinas romanas mejor conservadas del mundo, de lo que dan
fe las diez puertas del hipódromo, el teatro, el arco de Adriano (construido para celebrar
la llegada del emperador en 129 d.C.), la plaza Oval, el Cardo
Máximo, el Tetrapylon y los centenares de columnas con sus capiteles decorados
y sus bases robustas y enérgicas, plantadas en la tierra desde hace siglos. Dentro del recinto, y a unos niños que se buscaban
la vida con los turistas, compré un óleo (ahora cuelga en el pasillo de casa) y
ya en la calle, en una tienda de antigüedades, este jarroncito de cristal de
roca. Creo que en Jordania (y Siria) es donde más compras he hecho, entre caprichos y artículos personales.