(Más sobre Carmen Laforet aquí)
En La mujer
nueva, Laforet traza un retrato de la condición femenina en la España de
posguerra, dotándolo de indudables tintes feministas que, sin embargo, chirrían
y quedan ensombrecidos por la profunda experiencia religiosa que la escritora
hace vivir a la protagonista del libro, y que parece dar al traste con los
iniciales intentos de modernidad.
La protagonista de La mujer nueva, Paulina Goya, es una suerte de trasunto de la
autora: una mujer de mediana edad que se independiza tras separarse de su
marido; logra demostrar que es capaz de valerse por sí misma y de hacerse cargo
de su hijo; mantiene una apasionada relación amorosa; y mientras intenta hallar
la paz interior y descubrirse a sí misma, descubre que cree en Dios. Todo ello,
en el marco de la España rural y gris de los años cincuenta del siglo XX. Con
estos mimbres construye Laforet una novela compleja, poco condescendiente, que
pese a las críticas de muchos, recibió el premio Nacional de Literatura en
1956.
Sí debo confesar que, para mí, sobra la experiencia
religiosa, aunque concedo que eso es ya harina de otro costal. Y, como soy de poco fiar en
esto del enjuiciamiento público, mejor
que sea mi venerada Carmen Martín Gaite (1925-2000) quien hable de su tocaya, la otra Carmen: “La chica rara, cuyo reinado inauguró la heroína de Carmen Laforet [Andrea,
la protagonista de Nada] no sólo
rechazaba la retórica utilización de “sus labores” predicada por la Sección Femenina,
sino que empezaba a convivir con una idea inquietante, difícil de encajar y de
la que cada cual se defendía como podía: la de que no existe el amor de novela
rosa”.
Toda una revolución en la España de posguerra. Y quizá, incluso, en la de hoy, asolada por la crisis, el corralito de Chipre y los escándalos de las preferentes. Cambian las variables en las ecuaciones de nuestras desazones, pero el resultado sigue siendo el mismo: inapelable.
Esta novela de Carmen Laforet (1921-2004) fue para mí un feliz descubrimiento y una decepción.
Las dos cosas a la vez, juntas e indivisibles, sin que hasta la fecha pueda
desprenderme, ni de la una, ni de la otra, cuando releo sus páginas o repaso la
producción literaria de la autora (que tampoco es tan extensa ni regular, todo
sea dicho).
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La escritora Carmen Laforet (1921-2004). |
Hay que tener en cuenta que de Carmen Laforet se
esperaba mucho, quizá demasiado, después de que con su debut literario, Nada, asombrara a crítica y público, además de ganar el primer
premio Nadal. Tras su primera incursión en el estrecho mundo de la literatura,
parecía que la carrera de Laforet era imparable, y quizá por ello, cuando
publicó La mujer nueva, recibió
feroces críticas. Nada más salir de la imprenta, en 1955, la novela de Laforet decepcionó
y fue tachada de pacata, corta de miras, conservadora y hasta hipócrita. ¿Por
qué?
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Carmen Laforet (1921-2004), en su escritorio. |
Para mí, La mujer nueva es una novela típicamente laforetiana: por el dibujo de los personajes, por la descripción de
los ambientes; por la cadencia y el ritmo de la acción; por la calidad y
calidez de su inspiración; por el contenido y por la forma. Es un libro que se
lee con gusto, que sorprende a cada paso, que agrada o incomoda, pero no deja
indiferente. A ello contribuye el narrador, omnisciente, que sigue a los
personajes en sus devaneos, en sus labores cotidianas, en su relación con la
familia o a solas consigo mismos, excepto en la segunda parte, donde el
narrador ve con los ojos de Paulina, cambiada, muy cambiada, por el poso de su
experiencia espiritual.
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La autora Carmen Martín Gaite (1925-2000). |
Toda una revolución en la España de posguerra. Y quizá, incluso, en la de hoy, asolada por la crisis, el corralito de Chipre y los escándalos de las preferentes. Cambian las variables en las ecuaciones de nuestras desazones, pero el resultado sigue siendo el mismo: inapelable.