Este
miércoles se celebra el Día Internacional de la Felicidad. Si el
mero hecho de leer eso provoca una sonrisa, aunque sea de medio lado o
irónica, ya habrá servido de algo la conmemoración, decidida por Naciones
Unidas el año pasado. ¿Y por qué el 20 de marzo? Pues por la misma razón que el
segundo fin de semana de mayo es el Día de las Aves Migratorias… Ninguna en particular.
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Monjes budistas en Bután, el octavo país más feliz del mundo. |
El caso
es que esta nueva cita aparece en el calendario mundial a instancias
de Bután, que lo solicitó a la ONU porque "la felicidad y el
bienestar son objetivos y aspiraciones universales de los seres humanos de todo
el mundo". Sucede que Bután es el país más feliz de Asia y el
octavo del mundo, según un peculiar ránking de la revista Business Week.
El reino tiene incluso un índice propio que mide la felicidad nacional bruta, igual que el PIB mide la riqueza de una nación.
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La felicidad está también en admirar los ojos de un bello animal. |
¿Qué
hace de Bután un país tan feliz? ¿La cordillera del Himalaya, en cuya cara sur
se desperezan sus ciudades? ¿El budismo, que profesa el setenta y cinco por ciento de la población? ¿Quizá su apego a las tradiciones, la agricultura que es la base de
su economía, el relativo aislamiento en que ha vivido hasta hace unas décadas?
¿Es de verdad Bután el reino de Shangri La, la última utopía?
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Campos de lavanda en la Provenza (Francia). |
Está claro que no hay necesidad de viajar a Bután para ser feliz, aunque montarse en un avión y darle la
espalda a la rutina ayuda a ensanchar horizontes. Y es cierto que pocos saben los que es la felicidad, cómo se pude medir, dónde hallarla o cómo retenerla. Para Eduard Punset, por ejemplo, “la felicidad es la ausencia de miedo”, una concepción que se acerca
mucho a la mía. Liberarse de los temores no asegura un estadio feliz, pero
padecerlos sí encadena a la desdicha.
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Vino griego retsina, queso feta, ensalada y mar. |
Coincido con Luis Rojas Marcos en que un alto porcentaje de la felicidad (él afirma que
el 40 por ciento) está en los genes, lo que deja a muchas personas en un punto
de partida desigual. Eso sí, todos somos responsables del uso que le damos a ese otro 60 por ciento de dicha que podemos fabricar.
Yo siempre he encontrado retazos de felicidad (ya fuera deshilachada o impecable, remendada o recién confeccionada) en un libro, en un vaso de cerveza o en
una copa de vino. Una conversación, un par de amigos, algo de tiempo libre y momentos
de serenidad. Música, sol y calor, el murmullo de las olas y el silbido del
aire contra los árboles. Un cuadro, una escultura, un paisaje, los ojos de un
animal.
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