jueves, 12 de julio de 2018

10 días en Creta (II): Fodele, Rethymno, Hania y Falasarna

(Primera etapa: Heraklion, Cnossos, Festos y playas del sur)

Casa-museo de El Greco en Fodele (Creta).
Continuamos nuestro viaje de diez días por Creta donde lo dejamos, en la playa de Matala, al sur de la isla. Aunque pueda parecer una locura, recomiendo conducir de nuevo hacia el norte hasta llegar a la capital, Heraklion (mejor carretera, viaje más rápido), y desde allí poner rumbo al oeste de la isla. En cuanto dejemos atrás Heraklion, sugiero parar en Fodele,la pequeña aldea donde El Greco (1541-1614) nació y vivió su infancia.


Iglesia bizantina de Fodele (Creta).
En Fodele se puede visitar la casa-museo del pintor, un lugar de culto para los amantes de su pintura, aunque aquí solo hay reproducciones de su obra. La casa está situada frente a una encantadora iglesia bizantina, y los dos edificios se hallan rodeados de huertas y de naranjos.  


Faro del puerto veneciano de Rethymno (Creta).
La siguiente parada del viaje que propongo es la ciudad de Rethymno, hoy en día destino turístico preferente de ingleses y alemanes, por lo cual en verano está muy masificada. Aunque fue fundada en la era minoica, su gran florecimiento tuvo lugar en los siglos XVI-XVII, bajo la dominación de los venecianos.

Fuente Rimondi (1629), en Rethymno (Creta).
De esa época es su pintoresco puerto veneciano y de un poco más tarde, la fuente Rimondi (1629), en la cual el agua surge de cabezas de león entre columnas corintias. Alrededor de la fuente se desperezan las callejuelas típicas de Rethymno, con casas blancas en cuyas fachadas cuelgan piezas de encaje y telas bordadas. Las calles de la ciudad vieja desembocan en el puerto, que tanto a mediodía como al anochecer es un hervidero de tabernas y restaurantes, el mejor sitio para comer pescado y marisco, aunque algo caro. Conviene revisar bien las cartas de las tabernas, ya que la vista es muy golosa, sobre todo en las tabernas de cara al mar.

Puerto veneciano de Hania (La Canea), en Creta.
Y por fin llegamos a Hania (también llamada La Canea), mi ciudad preferida de Creta, por eso la he escogido varias veces para alojarme en la parte oeste de la isla. Tiene un magnífico puerto veneciano donde se mezclan guiris y paisanos, además de suculentas tabernas y una arquitectura que mezcla el blanco, el azul y el pastel. 

Las bóvedas de la antigua mezquita del puerto
de Hania (Creta), una imagen inconfundible.
Las calles de Hania son estrechas y están repletas de plantas, flores e higueras. En el puerto, la vista del mar y de los montes sobre las cúpulas de la antigua mezquita de los Jenízaros (ahora convertida en sala de exposiciones), es toda una experiencia, en particular, al atardecer.

Calle típica de la ciudad vieja de Hania (Creta).
En todo el casco histórico hay notables edificios que dan fe del pasado veneciano y turco de esta ciudad. Sobre todo, en el puerto veneciano, bordeado por fachadas de color pastel entre las que se deslizan las pintorescas calles (algunas laberínticas), abarrotadas de tiendas y tabernas. El lado este lo dominan la ya citada mezquita abovedada de los Jenízaros, y el Gran Arsenal, que en la actualidad es un centro de arquitectura.

Falasarna (Creta).
Hania es mi ciudad favorita de Creta, además de todo lo anterior, porque desde aquí se llega hasta la playa de Falasarna, situada a unos 50 kilómetros y una de las más vírgenes que quedan en toda la isla. Es una playa de arena finísima, de bastantes olas y a menudo ventosa, aunque su gran extensión asegura poder encontrar un rincón donde disfrutar, incluso si el viento arrecia.

La última parte de carretera para llegar a ella es regular... tirando a mala, pero merece la pena por bañarse en sus aguas siempre claras. 

Taberna donde comer bien en Falasarna (Creta).
En Falasarna hay un puesto a pie de playa donde se puede comer y beber, aunque para saborear una comida griega de verdad hay que subir un pequeño trecho hasta la taberna Golden Sunset, que lleva allí al menos 25 años. Nosotros fuimos por primera vez en 1993 y ya entonces servían la mousaka, las dolmades, el satziki, las brochetas de pescado.... y el vino retsina de pichel en la terraza bajo los árboles, de cara al mar.

Tras una mañana (o una tarde) de playa en Falasarna y el regreso al hotel en Hania, sugiero sentarse en una terraza del puerto veneciano para contemplar el atardecer. Sin duda, un placer de dioses.   



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