Dicen que los mejores viajes
no se planifican, surgen de modo repentino y se emprenden al instante, no vaya
a ser que nos arrepintamos o se nos pasen las ganas. Así surgió mi última
escapada de fin de semana, a Évora, en el Alentejo portugués. La decisión no
pudo ser más súbita: la tomamos mi acompañante y yo cuando iban a dar las cuatro
de la tarde, en el restaurante La sardina de Carranque (Toledo), el pasado sábado, tras disfrutar
del circuito de aguas en el Hotel Comendador.
| Intervención urbana en la plaza del templo romano de Diana (Évora, Portugal). |
Hecho lo más difícil, faltaba –claro está–
recorrer los 500 kilómetros que median entre Carranque y Évora, esa pequeña,
encantadora ciudad lusa, a la que se llega por autovía hasta la frontera de
Badajoz, y después en autopista de peaje (5,65 euros). Era mi cuarta visita a
Évora y la segunda que nos alojábamos en Albergaria do Calvario. Este hotel –mi
favorito de Évora– está justo al lado de la puerta este de la muralla, sus
muros son blancos y su decoración tradicional, tiene un patio con plantas ideal
en primavera y verano, y una oferta de desayuno ecológico a precio imbatible
puesto que va a incluido en el alojamiento. ¡Ah! El personal es amabilísimo, habla
un perfecto castellano, ofrecen bebidas y snacks a la llegada, facilitan
información práctica y planos… El hotel tiene parking gratuito y wifi
ultrarrápido.
| Imagen nocturna del templo romano de Diana (siglo I), en Évora (Portugal). |
| Leyenda en el dintel de la Capilla de los Ossos. |
El domingo, 22 de enero, desayunamos
copiosamente en el hotel, en una salita frente al patio ajardinado. Me encantó
el zumo de zanahoria natural y los huevos fritos, que no suelo tomar pero que estando
de viaje siempre se me antojan. Dejamos el coche en el garaje del hotel y
emprendimos la visita turística, donde no podía faltar la iglesia de San Francisco y la capilla de los Ossos (siglo XVI).
| Capilla de los Ossos (Évora, Portugal). |
Esta capilla tiene la particularidad de
estar recubierta íntegramente, de suelo a techo, por huesos y calaveras
humanas. En esa capilla se reunían los monjes para orar y reflexionar sobre la
brevedad de la vida y la eternidad de la muerte. Sobre el dintel de entrada,
esta leyenda: "Los huesos que aquí estamos, por los tuyos esperamos".
Se calcula que hicieron falta unos 5.000 esqueletos para decorar esta capilla.
Con el mismo ticket de entrada se puede visitar un pequeño museo con cuadros y
esculturas, sobre todo de los siglos XVII y XVIII, muy interesantes.
| Vista diurna del templo de Diana (Évora, Portugal). |
Pasear por las calles de Évora es un
placer en sí mismo. Hay restos romanos en varios puntos de la ciudad, aunque el
más famoso es, por supuesto, el templo de Diana, del siglo I. Enfrente siempre
me sorprende el curioso y enorme bidón de agua, en la esquina de la plaza y del
mirador con vista panorámica. Hay también un quiosco de bebidas con terraza, el
mejor sitio para contemplar el templo romano y un espacio de los más codiciados
en primavera y verano.
| Plaza del Giraldo (Évora, Portugal). |
Terminamos el paseo en la plaza del
Giraldo, en una terraza al sol mientras leíamos el Diario de Noticias. La mañana de domingo se desperezaba lenta, unos
pocos turistas iban de aquí para allá, pero la mayoría eran lugareños afanados
en sus quehaceres. Un nutrido
grupo de hombres mayores conversaban junto a los arcos del café, de pie tomando
el sol, en lo que supongo era su tertulia de todas las mañanas.
Sobre la una de la tarde fuimos a recoger
el coche e iniciamos el regreso hacia España. Antes de cruzar la frontera, nos
detuvimos en Elvás para dar una vuelta, comer en la Adega Regional (un
restaurante popular, de platos copiosos y sabrosos a muy buen precio) y pasear. Nos quedamos con las ganas de visitar la fortaleza
de la colina y tampoco logramos hacer buenas fotos de los pilares del imponente
acueducto romano. Así que tendremos que volver en otra ocasión. A ser posible,
con la misma -y espero que idéntica- afortunada improvisación.
Gracias Pepa por hacernos partícipes de tan encantadores lugares y de tus deliciosos escritos ,que fluyen en mi imaginación , haciéndome disfrutar de una apacible y refrescante lectura. Besos
ResponderEliminarMe encanta escribir, me encanta viajar y me encanta compartirlo con todos vosotros. Vuestro disfrute es mi mejor recompensa. Gracias por estar ahí, al lado.
EliminarNo conozco Évora guarri, pero me han entrado muchas ganas de ir gracias a ti. En Elvás he estado comiendo varias veces con Julio y su familia, y efectivamente muy bien, la última vez en Año Nuevo.
ResponderEliminarÉvora tiene un color y un sabor especial, es pequeña pero repleta de historia y de arte, apacible, poco turística, se come de maravilla, la gente es encantadora... y en los campos a su alrededor hay cientos de menhires, dólmenes, cromeleques impresionantes... Una maravilla!!!
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