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El semanario Ahora ya
es pasado. El día 14 salió a la calle su último número, el 55, en el mismo
formato sábana con que se asomó a los quioscos por primera vez, el 18 de septiembre
de 2015. Su fundador, Miguel Ángel Aguilar, se niega
a llevar luto, y por eso advirtió al anunciar el cierre: “Ni valen excusas ni se
reciben condolencias”. Pero lo cierto es que la desaparición de un periódico
siempre se vive como una derrota de la inteligencia y de la libertad de
expresión.
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| Último número del semanario 'Ahora'. |
Con la
muerte de Ahora se esfuma un buen
producto de periodismo reflexivo, de interpretación, de artículos de fondo trenzados,
bien escritos y enfocado a un amplio espectro. También desaparece una forma de hacer periodismo cultivado (en absoluto petulante),
en las antípodas de la noticia carroñera o del sensacionalismo que vomita la factoría granhermanil. Sinceramente, en esta España en funciones, lo raro es que haya durado tanto.
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| Columna anunciando el cierre de 'Ahora'. |
En su despedida, que no epitafio, Aguilar dijo haber extraído tres
lecciones de la vida y muerte de Ahora:
hace falta dinero e invertir mucho en marketing; es imposible rehuir los
asuntos que nutren las tertulias de la tele aunque sean infames; y es preciso “aglutinar
esfuerzos periodísticos, ahora dispersos en una colección de cabeceras pequeñas
que concentran talento, pero centrifugan recursos”.
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| Viñeta de Medina en el último número de 'Ahora'. |
Total,
que los lectores estamos condenados a tragarnos las apresuradas noticias de
investiduras, tarjetas black, corrupción y políticos 2.0 en papel que nos sirven las
tres cabeceras de siempre, o a renegar
del papel y abrazar la brevedad telegráfica de Twitter y otras redes sociales de
información instantánea. Tan solo espero que La Vanguardia no siga el camino de Ahora. El diario catalán que dirige
Marius Carol hace el mejor periodismo que se puede leer hoy en España.



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