(Más viaje a Italia aquí)
Un dragón que lucha contra unos perros; un elefante
que asfixia con su trompa a un legionario romano; una tortuga gigantesca;
ninfas, furias, diosas y héroes mitológicos; figuras antropomórficas de
terrible aspecto reposan entre la maleza, con la sola compañía del musgo, de la
hiedra y de los visitantes que se acercan al Parque de los Monstruos de Bomarzo.
Visité Bomarzo (a unos 100 kilómetros al norte de
Roma, cerca de Viterbo y de Orte) en agosto de 2002, junto a mi compañero de
fatigas, como parte de un viaje que primero nos llevó a Sicilia y luego al
continente. Nada más aterrizar en Roma (desde Palermo), cogimos un coche de
alquiler en el aeropuerto y pusimos rumbo al bosque sagrado, construido en la
segunda mitad del siglo XVI por el duque Pier Francesco Orsini (1512-1583).
Bomarzo me pareció un lugar mágico, un jardín
laberíntico de aspecto salvaje, poblado por
esculturas de una crudeza extrema, casi todas en actitud de combate,
como paradas en seco por el pincel. Mientras recorría sus senderos me sentía
como si viajara a un mundo de fantasía, misterioso, peligroso y, de algún modo,
dormido.
Tuvo Bomarzo un autor ilustre: lo diseñó Pirro Ligorio (1513-1583), el arquitecto renacentista que terminó la iglesia de San Pedro, tras
la muerte de Miguel Ángel. Esa es casi la única certeza que se tiene de por qué
y para qué se construyó este jardín excesivo y delirante. Unos dicen que el duque Orsini levantó Bomarzo como un
tributo de amor tras la muerte de su esposa, Julia Farnese. Otros hablan de
motivos esotéricos, herméticos y cabalistas. Hay quien lo interpreta en clave
heroica y lo recorre tratando de identificar entre los árboles a Proteo, Hércules, Venus,
Proserpina, Cerere, Caco, etc.
Yo prefiero la versión del escritor argentino Manuel Mujica Lainez (1910-2009), por quien
supe de la existencia del Parque de los Monstruos, allá por el año 1987, después de
devorar en un par de noches su monumental novela histórica Bomarzo.
Es él, Mujica Lainez, el inventor moderno del Bosque Sagrado, quien lo dio a conocer en medio mundo, con su retrato minucioso y subyugador del duque Pier Francesco y de su época de condottieros, damas de la corte, mecenas y artistas que se empeñaban en poner al hombre y su carnalidad en el centro de la creación.
Según Mujica Lainez, Bomarzo nació de la mente retorcida y torturada del
duque, a quien hace decir en un momento de la obra: “Un día morirán los monstruos de piedra erigidos por
mi orgullo”. Pero lo cierto es que no ha sido así, y cuatro
siglos después, ahí siguen las formidables esculturas que mandó tallar, para delicia de turistas y fetichistas literarios.
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Un dragón atacado por perros en el Parque de los Monstruos (Bomarzo, Italia). |
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Neptuno atrapado en un mar de musgo (Bosque Sagrado de Bomarzo, Italia). |
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Hércules despedaza a Caco (Bomarzo, Italia). |
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Cerere, diosa protectora de Roma (Bomarzo, Italia). |
Es él, Mujica Lainez, el inventor moderno del Bosque Sagrado, quien lo dio a conocer en medio mundo, con su retrato minucioso y subyugador del duque Pier Francesco y de su época de condottieros, damas de la corte, mecenas y artistas que se empeñaban en poner al hombre y su carnalidad en el centro de la creación.
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Moneda con la efigie de Vicino Orsini (British Museum, Londres). |