lunes, 11 de julio de 2022

Hawthorne entre los trascendentalistas

 (Viaje al Concord de 'Mujercitas')

Firma invitada: 

Luis Fermín Moreno (@fathermarch)

Acaban de publicarse, por primera vez en castellano, los Diarios en la vieja rectoría (Siruela), relato en primera persona, y al alimón, del primer año de convivencia matrimonial del escritor estadounidense Nathaniel Hawthorne (1804-1864) y su esposa Sophia Peabody (1809-1871).


El texto, tristemente mutilado por Sophia tras la muerte de su marido, refleja su vida hogareña, sus paseos por el río y las colinas que circundaban su casa, su trabajo en el huerto, su gusto por la soledad…

Hawthorne seguro que visitó Orchard House, la casa hoy más famosa de Concord. Allí vivió y escribió Louisa May Alcott.

Pero el interés mayor del libro está en las visitas de sus vecinos, que tenían nombres como Ralph Emerson, Bronson Alcott, Henry Thoreau, Ellery Channing o Margaret Fuller. Gentes que cambiaron el rumbo del pensamiento y la literatura norteamericanos, con los que el escritor, a veces a su pesar, se vio obligado a tratar y que, con sus charlas y paseos influyeron decisivamente en la obra de Hawthorne.

Sophia Peabody Hawthorne (1809-1871).


La pareja, recién casada, aterrizó en el verano de 1842 en Concord, un pueblo de

Massachussets a varias leguas de Boston que vivía entonces en plena efervescencia trascendentalista. Aunque todos aquellos hombres y mujeres eran consumados diaristas, y se conoce mucho de su vida cotidiana, este libro tiene la virtud de verlos desde fuera, con los ojos de un extraño que no puede evitar sentirse atraído por ellos.

Casas donde habitó y trabajó Nathaniel Hawthorne.


“Asombra ver, en un lugar proporcionalmente tan pequeño, semejante concentración de individuos poéticos, soñadores, profundamente reflexivos, como magnetizados entre sí por el centro atractor de una revista local, The Dial, que les da voz a todos”, se puede leer en la introducción de Lorenzo Luengo. 


Además de vecinos potencialmente “molestos”, eran conversadores incansables y ensimismados contempladores de la naturaleza, hechos para la vida en comunidad, con la noción de haber redescubierto al individuo en su vieja relación con la conciencia de ser hombre.

La laguna de Walden Pond (Concord), inmortalizada por el trascendentalista Thoreau.


Solos o acompañados van y vienen, pasean por el campo, recorren el río en barca. Aparecen unas veces con las manos vacías, otras desbordados por brazadas de flores, o cogidos a cestos colmados ante la puerta de un recién llegado “poco solícito a la que la gente frecuente su casa”, dispuestos a hablar, pintar las paredes o descargar los manzanos del huerto”.


Leían por la mañana, por la tarde, por la noche, ya fuera a pleno día o a la luz de una vela. Se arreglaban prolijamente solo para estar en casa, aprovechaban la luz del sol para escribir, y por las noches encendían siseantes bujías que atraían a polillas y mosquitos, y seguían escribiendo, conversando, leyendo, escuchando fantasmas.


Para ellos, concluye Luengo, una idea era algo prodigiosamente transparente. El mundo del mañana tenía la belleza de sus mejores sueños, y las páginas que escribieron cuando soñaban con nosotros siguen siendo todavía maravillosamente jóvenes.

Elizabeth Pain (1652-1704) inspiró 'La letra escarlata' de Hawthorne. 

Hawthorne, sin buscarlo, se vio de pronto en medio de los trascendentalistas, y forjó con ellos una amistad que duró toda la vida, aunque también mantuvo sus distancias. Y este encuentro “inesperado” contribuyó decisivamente a que lo que escribió a partir de entonces siga perdurando hoy día.


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